Imitación de María

Imitación de María

Capítulo 19


 

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Imitación de María

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Capítulo XVI
 

Que el horror al pecado es fuerte incentivo para el bien.


Lejos estuvo de Mí todo pecado, y ni una sola mancha me afeó, porque Dios me preservó aun de la original.

No fue conveniente que hubiese en Mí la menor sombra de culpa, porque Dios me hizo templo de la gracia.

Conocí lo que es ofender a Dios bondadosísimo, y por esto no quise obrar jamás sino derechamente.

Acaso no sabes bien por qué me llaman Refugio de pecadores.

Piensas tal vez que estoy orando siempre para que no perezcan aquellos que no quieren apartarse de su pecado.

Yerras, hijo mío; mis súplicas no interceden por aquellos que aborrecen la verdadera conversión.

No todo el que me clama: ¡Señora! ¡Señora! experimentará mi favor, sino el que procura arrepentirse de veras.

Esto encargo muy particularmente a mis devotos: que teman al pecado, y así no lo cometerán.

Conocer el pecado es el primer paso para aborrecerlo, como debiera todo hombre.

¡Quién lo creyera que hubiese quien se atreve a ofender a Dios y a insultarle por el pecado!

Si Dios pudiese ser destruido, lo sería por el pecado, que le es esencialmente contrario, porque es el mal sumo, y Dios es el sumo bien.

Considera las llagas y muerte de mi Hijo, y allí veras en algún modo la crueldad del pecado.

¿Qué te queda de este, sino el alma muerta para la gracia, la conciencia mala, y si así murieres, un castigo eterno?

Ni el más insignificante pecado te ha de ser familiar, pues insensiblemente te hará caer en otros más graves.

¡Cuántos no estarían en el infierno, si se hubiesen guardado del pecado venial!

No debes huir tanto del veneno de una serpiente como del menor de los pecados.

Si eres tentado, piensa cuán gran mal es el pecado, y que consecuencias trae, y ruega firmemente a Dios que te guarde.

Ven a Mí al punto, hijo mío, si te molesta la tentación.

Yo te ayudaré y te alcanzaré el auxilio de Dios para que tu alma no sufra detrimento ni caiga en pecado.

Huye de todos los que te incitan a cometerlo, porque son tus peores enemigos.

Resuelve en todo momento morir antes que ofender aun levemente a tu dulcísimo Dios. ¡Sígueme!

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