Biografía de Pedro Antonio de Alarcón en Wikipedia | |
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Música: Barber - "Hesitation Tango" Op. 28, no.5 |
SI YO TUVIERA CIEN MILLONES |
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IVAhí tenéis los dos únicos medios que se me han ocurrido en toda mi vida para lograr la susodicha cantidad. — Ambos han sido declarados ineficaces por personas competentes; y yo, aunque no convencido del todo ni de la competencia de éstos ni de la ineficacia de aquéllos, la verdad es que he renunciado a ponerlos en planta. — ¡Graduad mi desesperación! Sin embargo, como el que no se contenta es porque no quiere, heme dedicado últimamente a buscar la equivalencia de esa cantidad dentro de mí mismo, y dentro de mí mismo la he encontrado... ¿Qué no encontrará el hombre en su corazón o en su cabeza, en sus sentimientos o en su fantasía, si sabe sondearlos? El alma humana es un reflejo del infinito, y hasta quizás el infinito mismo. El alma es como una reducción fotográfica de la Creación, y en ella están condensadas todas las obras de Dios; pero tan condensadas, que a primera vista sólo vemos un punto negro. Un punto negro es también el mundo exterior, cuando lo velan las tinieblas, y dentro de ese punto están comprendidas, sin embargo, todas las cosas. Sólo falta un rayo de luz que disipe las sombras, para que las cosas se esclarezcan y el punto se convierta en el universo. Y para que la reducción fotográfica de nuestro espíritu descubra todos los tesoros que guarda, basta que le apliquemos el vidrio de aumento de la fe o de la inspiración. — Tienen ojos y no ven, dice el Evangelio. ¡Sí! ¡yo he encontrado dentro de mí, en los bolsillos de mi imaginación, esos cien millones de reales! ¿De qué manera? — De una manera muy sencilla, que está al alcance de todos: dedicándome en cuerpo y alma a hacer castillos en el aire, como los muchachos de trece años; partiendo del principio, o sea del punto matemático, de que poseo los cien millones, y poniéndome a pensar muy seriamente, durante muchas horas seguidas, en las cosas que yo haría con ese dinero. A este fin me acuesto al ponerse el sol; apago la vela; meto la cabeza entre las almohadas, y me estoy así (procurando no dormirme) hasta la madrugada del día siguiente que me duermo... y sigo soñando que soy millonario. Todo este tiempo, que equivale a la mitad de mi vida, lo paso disfrutando con la imaginación los placeres de la riqueza, bien esté despierto, bien esté dormido. Nada falta a mi ilusión. Yo toco el oro; yo veo los billetes de Banco; yo giro letras sobre las primeras casas de Europa; yo recorro mis fincas; yo taso mis coches, mis cuadros, mis muebles, mis libros, mis estatuas, mis caballos, mis músicos, mis bufones, mis caridades, mis placeres, todos mis gastos; yo soy rico, en fin, y pienso en lo que piensan los más opulentos; y duermo poco, como a ellos les acontece. — Si yo tuviera cien millones... (me digo cien veces cada velada.) Si yo tuviera cien millones, compraría esto, lo otro y lo de más allá; echaría por este camino, evitaría el otro; viviría de tal suerte; pensaría en tal sentido, etc., etc., etc., etc., etc., etc. Y es la verdad que, durante esta fantasmagoría, pasa ante mis ojos la vida entera; formo mil novelas en la imaginación, hago la crítica de todos los afectos, de todas las personas, de todas las virtudes, de todos los vicios; desentraño cuestiones muy profundas de moral, de filosofía, de gobierno, de arte, de economía..., y todo sin intención de ello, como quien lee libros en un idioma que no comprende. Quizás algún día escriba una obra compuesta de muchos volúmenes, con el mismo título de este artículo. En ella referiré todas mis cavilaciones de una noche de esas fantásticas, y enumeraré las cosas portentosas que haría yo en el mundo, si tuviese cien millones de reales... Desde ahora hasta entonces, salud, y acostarse temprano. Madrid Junio de 1859 |
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