Capítulo 2 |
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Biografía de Eduardo Acevedo Díaz en Wikipedia | |
Música: Rachmaninov_Op.36, Sonata No12 |
El combate de la tapera |
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En los intervalos de las descargas, oíase el furioso ladrido de los perros haciendo coro a los ternos y crudos juramentos. Un semicírculo de fogonazos indicaba bien a las claras que el enemigo había avanzado en forma de media luna para dominar la tapera con su fuego graneado. En medio de aquel tiroteo, Ciriaca se lanzó fuera con un atado de cartuchos, en busca de Mauricio. Cruzó el corto espacio que separaba a éste de la tapera, en cuatro manos, entre silbidos siniestros. Los tiradores se revolvían en los pastos como culebras, en constante ejercicio de baquetas. Uno estaba inmóvil, boca abajo. La china le tiró de la melena, y notola inundada de un líquido caliente. —¡Mirá!—exclamó— Le he dao en el testuz. —Ya no traga saliva—añadió el cabo—. ¿Trujiste pólvora? —Aquí hay, y balas que hacer tragar a los portugos. Lástima que estea oscuro... Cómo tiran esos mandrias! Mauricio descargó su carabina. Mientras extraía otro cartucho del saquillo, dijo, mordiéndolo: —Antes que éste, ya quisieran ellos otro calor. Ah, si te agarran, Ciriaca! A la fija que castigan como a Fermina. —Que vengan por carne!—barboteó la china. Y esto diciendo, echó mano a la tercerola del muerto, que se puso a baquetear con gran destreza. —Fuego!—rugía la voz del sargento—.Al que afloje lo degüello con el mellao.
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