Oíd.–Ese suave acento,
ese solemne murmullo,
es el canto de la tarde
es la voz de los sepulcros.
Desde el seno de la luna
envuelto en manto de luto,
el ángel de los poetas
a llorar desciende al mundo.
Los espíritus del lago
navegan en los nelumbios,
y abren sus alas de rosa
a los céfiros nocturnos.
Arpa sonora del monte
la palma entona un susurro,
y al blando peso del ave
su ramo encorva el arbusto.
Por los cármenes del río
vago, pensativo y mustio,
y entre el follaje del bosque
blancos fantasmas descubro.
–Ah! ¿quiénes son esos tristes?...
Mis compañeros de estudio,
las sombras de mis amigos
que salen de los sepulcros!
Habana, noviembre 2, 1859
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