Dichoso el hombre que sensible y tierno
en la heredad de su familia espera,
poder sembrar el grano en primavera
y recoger el fruto en el invierno.
Dichoso aquel que con placer interno
celebrando una boda placentera,
elige por esposa y compañera
una vecina del hogar paterno.
Mas ¡ay! del triste a quien la fiebre abrasa
y en tierra extraña suspirando siente
que muere el alma en eternal desmayo!
¡Oh! trasportadme a mi paterna casa,
y allí dejadme calentar la frente
del sol de Cuba al abrasante rayo!
1852 |