El amor es un misterio, dice Platón; el amor es una ley, dice Jesucristo. ¿Sabemos qué ligámenes nos unen al firmamento? ¿Sabemos qué es lo que las manos de Dios siembran en el universo? ¿Por qué se han de amar dos seres? preguntádselo al agua que corre, al aire que huye, a la mariposa que vuela, a la llama de noche, al rayo de sol que quiere besar los racimos maduros; pregúntaselo a todo lo que canta, murmura y aguarda, que el corazón atónito exclama:—«¿Sé yo acaso por qué? Pasó por mi lado una mujer y me hizo perder el juicio; no sé nada más. Sus rabellos eran rubios y sus ojos negros; la vi alegre y a la luz del mediodía caminaba con aire seductor, y altivamente se reía; no sé nada más; era en la primavera, y se abrían las flores; únicamente sé que la amo». —Bodín, Vouglans, Delancre, preguntad el secreto de ese dulce maleficio a los vientos, a la primavera, al filtro que unos ojos beben en otros ojos, a la sonrisa que enloquece, a la voz que arrulla, a esa maga que se llama mujer; preguntádselo a los traidores senderos que en los bosques os hacen dar muchas veces los mismos pasos; a la rama verde del mes de mayo, a esa Armida, que está siempre en acecho y hace que de vueltas en vuestro derredor su varita mágica; preguntádselo a la vida, a la naturaleza, al cielo, al encanto misterioso que nos causan los campos y los prados, a los manantiales, cuyo sollozo oímos, al suspiro eterno de los bosques y de las olas. Sumariad a las margaritas, que dejan que los bordones de los peregrinos rocen sus gorgueras; probad que dos amantes, al hacer ofrenda de sus almas a las flores, a los bosques y a los lagos, y al celebrar un pacto con la luna, con la ilusión y con la esperanza, cantando himnos jamás oídos y paseándose los dos por la campiña, enamorándose los dos, no son ya los mismos que antes; probad que se han metamorfoseado, probad que estamos aún en los mismos tiempos en que La Tournelle, cuando la magia era declarada impía y criminal hacía encender una hoguera obedeciendo órdenes de la corta; probad que el último brujo que se quema en ella es el Amor.

Julio de 1843

Fuente: Los Castigos y las Contemplaciones