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Marcos Concha Valencia

"Volver a morir"

Marcos Concha Valencia

 
 
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Música: Piazzozla - Sin rumbo
 
Volver a morir
 

Ese día amanecí muerto. La muerte, que vela incesante desde que anidamos en el útero materno, se  llevaba mi espíritu después de una pesadilla mortal:

“Tendría unos doce años y nadaba entre las olas que reventaban en una playa de arenas blancas. Mis padres recostados  en unas tumbonas, únicas personas en todo el lugar, me observaban a través de unos desproporcionados anteojos obscuros. Repentinamente los calambres paralizaron mis piernas y un enorme  peso comenzó a arrastrarme a las profundidades, repetidas veces saqué mi cabeza y los brazos pidiendo auxilio. Tragaba grandes bocanadas de agua salobre, amarga, tosía, mi corazón acelerado se desbocó cuando en mi desesperación vi que mis padres se levantaban y caminaban hacia el camino dándome la espalda…” 

Yo o mi espíritu flotaba ingrávido, transparente, invisible en el cielo raso del dormitorio. Desde la cocina subía el aroma del pan tostado del desayuno, las campanas de la iglesia repicaban la misa de ocho. En el cuerpo inánime el rostro comenzaba a palidecer.  No tenía prisa para iniciar el viaje ignoto. Dejé a mis deudos arreglando el cadáver y por algún motivo decidí volver al momento en que nací.

Los espíritus no tienen barreras de espacio y tiempo,  para llegar a un lugar en cierta fecha sólo tiene que desearlo. Siempre fui un poco torpe, al comienzo, inexperto llegué a Valparaíso en el año mil trescientos ochenta y cuatro, sólo había cerros cubiertos de bosques y matorrales. Mi corazón palpitó apresurado, es sólo una expresión, ya no tenía, pero uno se queda con esas palpitaciones como cuando sufre  emociones. Me concentré y logré llegar al hospital  en el momento en que nacía. La mujer que me estaba pariendo, no era mi madre. Como espíritu, saber que tu madre no era tu madre, no tiene mucha importancia, es una cuestión material, digamos como terrenal, pero de todas maneras esta vez se me encogió lo que había sido el corazón. Difícil entenderlo, pero ustedes me comprenden. Mi primera reacción fue detener toda investigación, no quería encontrarme con nuevas sorpresas, capaz que descubriera que finalmente yo no era yo, sino otro y que mi espíritu había estado en un cuerpo que no le correspondía y si había vivido equivocado me pondrían a vivir  sin equivocaciones. Estaba confundido, la eterna curiosidad se mantenía. El problema es que no se puede estar mucho en la tierra como alma en pena y el tiempo se agotaba.

Cuando volví al momento de mi muerte, mi cuerpo hizo un movimiento y aproveché de volver a él, el espíritu de la vida había logrado vencer al espíritu de la muerte y yo continué viviendo.

Supe que había vida después de la muerte, pero no alcancé a saber cómo era esa otra vida. Pronto me convencí que todo era desvarío, producto de la alta fiebre de la gripe, aunque en la casa me dijeron que en un momento pensaron que había muerto.

El bicho de la curiosidad barrena la mente y deja una semilla que crece lentamente. No le dije a nada a nadie. Comencé en el registro civil. El polvoriento archivo estaba correcto, coincidían la fecha de nacimiento y los nombres de mis padres, todo era normal. Ellos habían muerto en un accidente de tránsito, no podía preguntarles directamente. Revisé los álbumes familiares: cada vez me encontraba menos parecido a ellos. Me decía a mi mismo que me estaba volviendo loco, creía en alucinaciones, espíritus y cosas por el estilo, yo que había sido siempre tan razonable y escéptico. Le hice preguntas capciosas a las tías y tíos, observé sus reacciones, todos coincidían en el embarazo de mamá y la felicidad de la familia cuando nací, ni siquiera trataban de cambiar la conversación, no tenían duda. Mis padres, habían esperado descendencia largo tiempo, la fe los había recompensado: yo fui su único hijo. 

Me tranquilicé por algún tiempo, pero mi inquietud volvió con mayor intensidad. ¿Por qué será tan importante la búsqueda de las raíces? Mi vida no cambiaría en absoluto si descubría la identidad de mis verdaderos padres, si así fuera. Yo había heredado una fortuna, tenía una linda familia, estaba inserto en un buen nivel social. ¿Amor propio? ¿Complejo? ¿Reacción al engaño?

Mi profesión de médico facilitó mi indagación, llegué a los archivos históricos de la maternidad del hospital, donde había nacido. El día de mi nacimiento había siete anotaciones, todas femeninas. No había registro del mío, faltaba una página arrancada precipitadamente. El encargado del archivo, me miró apesadumbrado y me dijo: — Lo siento doctor, no tenemos más información.

Hice la reducción de sepultura de mis padres y finalmente la prueba de ADN demostró que no eran mis padres biológicos. 

Al psiquiatra le ha sido difícil convencerme que me tranquilice, dice que lo importante es el futuro, mi familia. Pero como si fuese un niño, sigo en la búsqueda de mis verdaderos padres. Tanta es mi inquietud que hasta deseo estar nuevamente muerto por unos instantes. Cada día que pasa se hace más difícil descubrir la verdad.  Sólo me queda la esperanza de la vida después de la vida.

©Marcos Patricio Concha Valencia

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