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Marcos Concha Valencia

"Corto o largo"

Marcos Concha Valencia

 
 
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Música: Piazzozla - Sin rumbo
 
Corto o largo
 

—¿Será suficientemente largo? ¿Y si es corto? Corto…Largo…Mediano… Largo…Mediano…Corto. Más vale largo que corto: largo se puede acortar y corto no se puede alargar. Lo largo parece delgado, lo corto: gordo. El relativismo también alcanza a lo largo y corto, pensaba el peripatético paseándose por los patios del liceo.

Hacía mucho tiempo que a Dionisio de Arimatea le acuciaba la interrogante de lo largo y lo corto, más aún, se decía que su pasión por la filosofía tenía, profundas raíces en esta antítesis de las cosas de la vida. Arremangándose la túnica sobre las rodillas, dijo en voz alta: ¡corta!; la dejaba caer y decía: ¡larga! Larga o corta depende del largo de mi pierna, es relativo a mi pierna; para un enano, a pesar de tener las piernas cortas, su túnica podría ser larga, o corta. Así Dionisio gastaba sus andariegas sandalias caminando por el largo pasillo del corto edificio de la planicie Atenea.

Un tremolante picaflor pasó por el lugar en busca de néctar y oyó las palabras de nuestro buen filósofo. Deteniendo su palpitar de alas, se paró en el borde de la fuente y en el reflejo del agua miró su pico y se le ocurrió que no era ni largo, ni corto.

— ¿Qué importa lo corto o lo largo, habiendo tal variedad de flores?, le pió a Dionisio en griego. Éste intrigado, se quedó mirando al pequeño plumífero, admiró su conocimiento de la lengua, la inteligencia para captar su duda existencial y su satisfacción con el pico que le había otorgado la naturaleza.

—Interesante punto de vista del picaflor— se dijo Dionisio y continuó su meditación a través del sendero corto, del largo jardín. Sintiéndose agotado se sentó a la sombra de un árbol y pronto se quedó dormido en el sopor de la tarde. Morfeo se apoderó de su conciencia y se dispuso a jugarle una mala pasada.

En el sueño, Dionisio era un picaflor superdotado: tenía un pico el doble de largo de su envergadura. Las flores se volvían locas, sólo querían ser libadas por este portento de la naturaleza. Se corrió la voz en los jardines y los alrededores de Atenas, las flores cornetas que sólo eran visitadas por insectos con trompas cortas, se pusieron rojas de contento para atraer al nuevo picaflor.

Dionisio picaflor, en su anhelo de libar a todas las flores del lugar, se alejó hacia la selva que rodeaba a Atenas. La lujuriosa naturaleza todo lo aumentaba: los colores, los tamaños, los aromas, los sabores, las sinfonías.  La Aristolochia Tubularus, clasificada por Aristóteles entre las flores carnívoras, puso la mejor de sus sonrisas al vuelo de Dionisio, y emanó un aroma apetitoso. La Aristolochia mostraba su borde rojo expandido,  seguido de su escultural cuello estrecho para ensancharse en su bella corola.

Ver la profundidad de la Aristolochia y desear libar su néctar  fue una decisión instantánea para Dionisio picaflor. Introdujo el pico batiendo las alas. Cuando se dio cuenta que no llegaba al preciado alimento, metió su cabeza. El instinto le sugirió que no continuara en su intento. Soberbio y vanidoso recordó su fama del pico largo y continuó impulsándose con alas y patas. Todo su cuerpo ocupó el tubo aterciopelado de la flor. Cuando la cola entró, ella cerró sus pétalos y lo apretó con fuerza. Dionisio se sintió atrapado, no podía hacer ningún  movimiento para liberarse. Unas espinas se clavaron en su pecho. Trató de girarse. La presión aumentaba. La cabeza parecía que le explotaría. Antes de cerrar los ojos vio su largo pico abriéndose y cerrándose en continuos estertores. Afuera, la selva se agitaba. Los tucanes lanzaban gritos estridentes, los monos  vociferaban de liana en liana, reverberaban las palmas, nubes algodonosas de humedad se confundían con el miasma. Un pez volador saltó en la superficie de la laguna. Dionisio picaflor comenzó a ahogarse, le faltaba el aire, la debilidad lo invadió...Dionisio gritó por ayuda, logró  respirar y despertó agitado. Estaba mojado de transpiración. La sombra ya no lo cobijaba, el sol le abrasaba.

Aquel pequeño picaflor conforme de su pico, lo sobrevoló, le sonrió y luego continuó su vuelo.

Dionisio de Arimatea ya despabilado tomó su estilete y escribió en su encerado:

“Lo largo o lo corto es relativo, todo depende de la conciencia del ser.”

 

©Marcos Patricio Concha Valencia

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