Muchacho amado de ojos tristes
reposada tu voz, castiza y ronca
se hunde triste
en mis lejanas raíces, cuando,
al partir tú
yo aparecía.
Cómo quisiera hablarte
y me escucharas; tú,
sentado en un peñasco,
con tu hato allí, muy cerca
y pícaro me guiñaras
con tu mirada verde
de ojos descalzos, de montaña
mientras escuchas el nacer de la leche
en el vientre de tus cabras.
Tengo conmigo tu voz,
grabada allá en la distancia,
de la bendita mano del Buero,
tu presencia dibujada
encadenada a mi vida,
no tan sólo por los tiempos;
me unen a ti tus versos
de hambre, sangre y espada,
de amor a hijos y Patria
y en mi lejana infancia
también mis chanclos vacíos
en la luz de la alborada.
Triste Alicante se queda.
Era Domingo en España.
Las campanas, silenciosas,
tañían penas al alba
por el muchacho poeta
que vino desde la sierra
a sembrar versos del alma,
de sueños, cebollas y faltas.
Patricia Benavente Vásquez
Viña del Mar,7 de Marzo 2012f |