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Salomé Ureña de Henríquez

"Luz"

Biografía de Salomé Ureña de Henríquez en Wikipedia

 
 
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Luz
 

¿Adónde el alma incierta
 pretende el vuelo remontar ahora?
 ¿Qué rumor de otra vida la despierta?
 ¿Qué luz deslumbradora
 inunda los espacios y reviste
 de lujoso esplendor cuanto era triste?

¿La inquieta fantasía
 finge otra vez en la tiniebla oscura
 los destellos vivísimos del día,
 lanzándose insegura,
 enajenada en su delirio vago,
 de un bien engañador tras el halago?

¡Ah, no! Que ya desciende
 sobre Quisqueya, a iluminar las almas,
  rayo de amor que el entusiasmo enciende,
 y de las tristes calmas
 el espíritu en ocio, ya contento,
 surge a la actividad del pensamiento.

Y surge a la existencia,
 al trabajo, a la paz, la Patria mía,
 a la egregia conquista de la ciencia
 que en inmortal porfía
 los pueblos y los pueblos arrebata
 y del error las nieblas desbarata.

Ayer, meditabunda,
 lloré sobre tus ruinas ¡oh, Quisqueya!
 toda una historia en esplendor fecunda,
 al remover la huella
  del arte, de la ciencia, de la gloria
 allí esculpida en perennal memoria.

Y el ánimo intranquilo
 llorando pregunto si nunca al suelo
 donde tuvo el saber preclaro asilo
 a detener su vuelo
  el genio de la luz en fausto día
 con promesas de triunfos volvería.

Y de esperanzas llena
 temerosa aguarde, y al viento ahora,
 cuando amanece fúlgida, serena,
 del bienestar la aurora,
 lanzo del pecho, que enajena el gozo,
 las notas de mi afán y mi alborozo.

Sí, que ensancharse veo
 las aulas, del saber propagadoras,
 y de fama despiértase el deseo,
 brindando protectoras
 las ciencias sus tesoros al talento,
 que inflamado en ardor corre sediento.

Ya de la patria esfera
 los horizontes dilatarse miro:
 el futuro sonriendo nos espera,
 que en entusiasta giro,
 ceñida de laurel, a la eminencia
 se levanta feliz la inteligencia.

Es esa la futura
 prenda de paz, de amor y de grandeza,
 la que el bien de los pueblos asegura.
 la base de firmeza
 donde al mundo, con timbres y blasones,
 se elevan prepotentes las naciones.

¡Cuántas victorias altas
 el destino te guarda, Patria mía,
 si con firme valor la cumbre asaltas
 Escúchame y porfía;
 escucha una vez más, oye ferviente
 la palabra de amor que nunca miente:

yo soy la voz que canta
 del polvo removiendo tus memorias,
 el himno que a tus triunfos se adelanta,
 el eco de tus glorias…
 No desmayes, no cejes, sigue, avanza:
 ¡tuya del porvenir es la esperanza!

 

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