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Miguel de Unamuno

"Nada menos que todo un hombre"

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Biografía de Miguel de Unamuno en Wikipedia

 
 
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Música: Schumann Album für die Jugend op.68, no. 1 "Melodie"
 
Nada menos que todo un hombre
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— ¿No le dije yo a usted, Julia, que Alejandro Gómez -sabe conseguir todo lo que se propone? ¿Venirme con aquellas cosas a mí? ¿A mí?

Tales fueron las primeras palabras con que el joven indiano potentado se presentó a la hija de don Victorino, en la casa de ésta. Y la muchacha tembló ante aquellas palabras, sintiéndose, por primera vez en su vida, ante un hombre. Y el hombre se le ofreció más rendido y menos grosero que ella esperaba.

A la tercera visita, los padres los dejaron solos. Julía temblaba. Alejandro callaba. Temblor y silencio se prolongaron un rato.

— Parece que está usted mala, Julia — dijo él.

— ¡No, no; estoy bienl

— Entonces, ¿por qué tiembla así?

— Algo de frío acaso...

— No, sino miedo.

—¿Miedo? ¿Miedo de qué?

— ¡Miedo... a mí!

— ¿Y por qué he de tenerle miedo?

—¡Sí, me tiene miedol

Y el miedo reventó deshaciéndose en llanto. Julia lloraba desde lo más hondo de las entrañas, lloraba con el corazón. Los sollozos le agarrotaban, faltábale el respiro.

— ¿Es que soy algún ogro? — susurró Alejandro.

— ¡Me han vendido! ¡Me han vendido! ¡Han traficado con mi hermosura! ¡Me han vendido!

— ¿Y quién dice eso?

— ¡Yo, lo digo yol ¡Pero no, no seré de usted... sino muertal

— Serás mía, Julia, serás mía... ¡Y me querrás! ¿Vas a no quererme a mí? ¿A mí? ¡Pues no faltaba más!

Y hubo en aquel "a mí" un acento tal, que se le cortó a Julia la fuente de las lágrimas, y como que se le paró el corazón. Miró entonces a aquel hombre, mientras una voz le decía: «¡Este es un hombre!»

— ¡Puede usted hacer de mí lo que quiera!

— ¿Qué quieres decir con eso? — preguntó él, insistiendo en seguir tuteándola.

— No sé... No sé lo que me digo...

— ¿Qué es eso de que puedo hacer de ti lo que quiera?

— Sí, que puede...

— Pero es que lo que yo — y este "yo" resonaba triunfador y pleno — quiero es hacerte mi mujer.

A Julia se le escapó un grito, y con los grandes ojos hermosísimos irradiando asombro, se quedó mirando al hombre, que sonreía y se decía: «Voy a tener la mujer más hermosa de España.»

— ¿Pues qué creías...?

— Yo creí..., yo creí...

Y volvió a romper el pecho en lágrimas ahogantes. Sintió luego unos labios sobre sus labios y una voz que le decía:

— Si, mi mujer, la mía..., mía.... mía... ¡Mi mujer legítima, claro está! ¡La ley sancionará mi voluntad! ¡O mi voluntad la ley!

— ¡Sí.... tuya!

Estaba rendida. Y se concertó la boda.

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