Fuéronse de caza
sin perros ni trompas
el león, el oso,
el lobo y la zorra;
y así que cazaron
porción nada corta
de cabras y ovejas
y chotos y potras.
—Hagamos —dijeron—
el reparto ahora
e inmediatamente
llenemos la andorga.
—¿Quién se encarga de ello?
—preguntó con sorna
el león, sin duda
buscando camorra—.
—¡ Yo ! —responde el oso,
cuya afición tonta
es hacer el ídem.
—Pues manos a la obra.
Cuando en cuatro partes
la caza amontona,
al león el oso
le dice que escoja
una de las cuatro,
que iguales son todas.
—¡Tú partir no sabes!
—gruñe con voz ronca
el león al oso,
que replicar no osa.
Y ¡ham! de un dentellazo
me lo descogota,
y a la zorra dice
con frase melosa:
—Chiquita, el reparto
vas a hacer tú ahora,
que fío has de hacerlo
a pedir de boca,
pues como chiquita
no eres maliciosa.
En cinco montones
la repartidora
reparte la caza,
y acabada su obra
al león le dice
con una graciosa
reverencia : —Vuestra
majestad escoja
de estas cinco partes
las tres que le tocan:
como león, una,
como monarca, otra,
y otra como jefe...
—Hola, hola, hola
—dice el león—; veo
que tú no eres boba.
Y añade, moviendo
de gusto la cola:
—Di, ¿quién te ha enseñado
todas esas cosas?
—¿Quién, señor...? El oso,
—contesta la zorra. |