El dios que de ti me ha esclavizado,
Prohibe que vigile tus placeres
O pida cuenta alguna de tus ocios,
Pues tu vasallo soy y te obedezco.
Estando a tu merced, soporto luego
La cárcel soledosa de tu ausencia
Y ofrezco dócilmente ambas mejillas
Sin acusarte de injusticia alguna.
Es tu privilegio ir donde gustes
Y disponer sin trabas de tus horas
Para hacer cuanto quieras, y aun puedes
Indultarte por daños a ti mismo.
Yo espero, aunque esperar sea un infierno;
Actúes bien o mal no he de acusarte.
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