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Miguel Sawa

"Programa del aņo"

(Amor)

Biografía de Miguel Sawa en Wikipedia

 
 
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Música: Mendelssohn - Song Without Words, Op. 19, No. 6
 
Programa del aņo
 

Con las manos cogidas, mirándonos en silencio, oímos los doce golpes lentos del reloj.

—Acaba de nacer el año.

Dominábanos a los dos, en aquellos momentos, la misma extraña tristeza.

—¿Qué tienes?—la interrogué.—Yo te he de amar ahora y siempre. No desconfíes del porvenir.

Ella se limitó, como contestación a mis palabras, a hacer un gracioso gesto de duda.

—¡Pero si no desconfío!...

Y sin poder contenerse se arrojó en mis brazos sollozando.

—¡Qué quieres!—añadió después—creo que el año que acaba de entrar ha de sernos funesto. Ya sabes que soy algo superticiosa.

Intenté consolarla con mis caricias.

—Déjame beber tus lágrimas... ¡Pero qué tonta eres!... Afligirte por nada.

Separé dulcemente sus brazos de mi cuerpo, la senté a mi lado y la dije en voz baja:

—Mira, yo también desconfío del año nuevo... Ya sabes que yo no creo en la felicidad, ¡ni aun cuando te estrecho entre mis brazos! La desgracia se ha enamorado de mí y yo también me siento algo enamorado de ella. Creo que la dicha, la dicha absoluta, se ha hecho sólo para los imbéciles. Siempre, aun en las horas delirantes de nuestro amor, he sentido turbada mi alegría por el ansia de nuevos goces. El deseo, implacable, me grita eternamente: «¡más! ¡más!» ¡Ay, y no logro saciarme nunca! No hay agua en ninguna fuente que sea capaz de calmar mi sed.

Ella, entonces, rompió de nuevo a llorar.

—¡Oh, ya veo que no me amas!

Me arrodillé a sus pies demandándole perdón.

—¡Te digo que no llores! No me merezco yo esas lágrimas.

Y después de unos momentos de silencio:

—Mira, yo quiero ser feliz. Año nuevo, vida nueva, como dice la frase popular. Ya verás cómo soy otro hombre distinto de ahora en adelante. ¡No más quimeras, no más deseos locos, no más proyectos irrealizables! Y si tú me quieres como dices, todavía podemos ser dichosos.

Ella me escuchaba anhelante sin atreverse a interrumpirme.

—Verás mi programa. Seguiremos queriéndonos mucho, mucho... pero juiciosamente, sin arrebatos, como personas formales...

Ella, muy seria, asintió con la cabeza.

—Además—continué—además...

—No, no prosigas... Estás atormentándote inútilmente buscando una solución que no has de hallar—gritó ella.—El amor no puede sujetarse a reglas ni a programas. Este año que nace es igual al año que ha muerto. Aprestémonos a luchar juntos con la desgracia, y tengamos fe y esperemos. Mira, hemos desaprovechado, en esta inútil discusión, la primera hora del año. Ya ves qué de prisa marcha el tiempo. Gustemos de nuestro amor hasta agotarlo. ¿Y mañana?, me dirás, ¡Ah, insensato del que piense en el mañana teniendo asegurado el presente! Amémonos hoy, y olvidémonos cuando Dios quiera.

Y arrojándose en mis brazos:

—¡Viva el año nuevo!

Y sellamos con un beso aquel programa extraño.

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