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Miguel Sawa

"Las fiestas del amor"

(Amor)

Biografía de Miguel Sawa en Wikipedia

 
 
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Música: Mendelssohn - Song Without Words, Op. 19, No. 6
 
Las fiestas del amor
 

Desfigurando su voz de un modo delicioso y tapándose la cara con sus manecitas, más blancas y más olorosas que jazmines, se aproximó a mí, andando a saltitos como un pájaro.

—¿A que no me conoces?

—¡Que no te conozco! Pues mira, eres la Juventud, la Belleza y el Amor. ¡Las tres cosas mejores del mundo!

Ella, muy satisfecha con mis elogios, movió la cabeza en señal de resignación.

—El Amor y la Juventud, sí; ¡pero la Belleza!... ¡Cuando digo que no me conoces!

Yo había logrado quitarle las manos de la cara, a pesar de su resistencia, y la miraba extasiado.

—Las mujeres bonitas no tienen derecho a ocultarse el rostro ni aun en Carnaval.

Entonces, creyéndome conquistado, me propuso que fuésemos a Recoletos.

Pero yo resistí valientemente sus halagos.

—Mira, vida mía, el Carnaval es una fiesta lúgubre. Nada más triste que la alegría forzada, ¡Protestemos de las fiestas impuestas! Divertirse a plazo fijo, con arreglo a la fecha que nos señala el almanaque, es un verdadero absurdo. Reneguemos de la costumbre, cuando a la costumbre se la erige en ley. ¡Oh! el odioso precedente, la rutina...

Además, el Carnaval ha degenerado, la antigua saturnal se ha convertido en fastidiosa mascarada. Asómate al balcón y verás. Cuatro mujeres vestidas de hombres, y cuatro hombres vestidos de mujeres... Y óyelos hablar: ni un dicho ingenioso, ni una sola broma culta. En unos, la careta hace oficios de mordaza, y apenas si pueden, haciendo esfuerzos de voluntad, modular alguna frase... A otros, el influjo de la máscara les hace charlatanes y tienen la fácil abundancia de palabra de los hombres que no piensan lo que dicen.

Reconozcamos que si el Carnaval no se ha ido aún merece irse.

Y bajando la voz, en tono confidencial, añadí en su oído:

—La tarde está fría; añadiremos unos cuantos leños a la chimenea, nos sentaremos cerca de ella y charlaremos alegremente.

¡Oh, las fiestas del amor! ¡La palabra dicha en voz baja, las manos que se juntan temblorosas, los cuerpos que se aproximan inconscientes, los ojos que se dicen todas esas divinas cosas que no se atreven a decir los labios!...

Allá, lejos de nosotros, la humanidad hace como que se divierte. El hombre siente la necesidad de engañarse. ¡Viva, pues, la farsa! Pero, ¡por Dios! no seamos nosotros de esos farsantes.

Mira, ya arde la leña en la chimenea, sentémonos el uno al lado del otro, y si quieres, vuelve a taparte la cara con tus manecitas, más blancas y más olorosas que jazmines, y pregúntame nuevamente si te conozco, que yo te responderé:

—¡Sí! Eres la Juventud, la Belleza y el Amor. ¡Bendita seas!

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