LUGAR DE LA ACCIÓN. —UN JARDÍN DE VEGETACIÓN EXHUBERANTE Y EXTRAÑA.—UNA FUENTE QUE CANTA EL RUMOR DEL AGUA.—NOCHE MUY OBSCURA.
Personajes: CLARA y LA SIBILA
CLARA
Vengo muerta.
¡Oh, gracias a Dios que he llegado!¡Qué largo el camino, qué interminable!
Yo corría, corría, jadeante, sofocada, sin alientos, sin fuerzas y la carretera se prolongaba, se alargaba cada vez más.
Sombras misteriosas me perseguian, ¡todos ios fantasmas del miedo! Sí; la casa de la Sibila debe de ser esta casa de misterio. Tengo miedo, quisiera huir...
LA SIBILA
Alguien ha entrado en el jardín.
CLARA
¡Oh, en la fuente hay una sombra, una mujer...
¡La Sibila!
LA SIBILA, levantándose
Niña; ¿qué buscas aquí?
CLARA
¡Perdóneme usted! venía a consultarla=... Déjeme usted que me vaya, tengo miedo, mucho miedo...
LA SIBILA
Vamos, levántate y tranquilízate: ven aquí, conmigo, yo no hago mal a nadie.
¿Qué quieres saber? ¿tu porvenir?
CLARA
¡Sí! vengo a usted ansiosa de averiguar... quiero conocer el misterio de mi vida.
LA SIBILA
Todo lo sabrás, pero tranquilízate; vamos a la fuente. Estás temblando, pobre cordera.
CLARA, llorando
¡Oh, Dios mio!
LA SIBILA
Llora si eso te hace bien; siéntate, estás muy nerviosa; llora, eso te calmará.
CLARA
¡Perdóneme usted!
LA SIBILA
Dios te bendiga, hija de Eva; ¡hermosa te han hecho tus padres! mucho daño vas a hacer A los hombres.
CLARA
¿Le parezco a usted hermosa?
LA SIBILA
Nada temas de mi. Yo soy una bruja que bien pudiera ser una santa; tranquilízate. Me acerco a tí, con las manos llenas de verdades; pero has de oir mis palabras como si fueran sentencias.
CLARA
¡Sí! creo en el misterio, creo en todo lo sobrenatural y extraordinario.
LA SIBILA
La fe te salve. Dame tu mano; la izquierda; ¡hermosa joya de carne! Tan blancas y tan suaves como las tuyas fueron un tiempo las mías; un tiempo, y ahora míralas... manos piopiamente de bruja, de uñas largas y encorvadas como las de nuestro padre Satanás.
¡Malhaya la joven que llega A vieja! ¿Tú no sabes quién soy yo?
CLARA
No sé... me han dicho que es usted una mujer extraordinaria, conocedora de la ciencia de la vida, para quien el porvenir no tiene secretos. Y yo necesito saber... me siento con fuerzas para todo, pero dudo a veces, pero tengo miedo de mí misma.
LA SIBILA
Si, no te han engañado; yo soy una mujer extraordinaria, conocedora de la ciencia de las ciencias, yo soy el oráculo de la verdad.
Mira, yo he conocido la vida viviendo; mi gran saber es la experiencia; he sufrido mucho porque he amado mucho.
Luego, el tiempo me ha hecho vieja y enamorada del misterio, he aprendido el arte fabuloso de la alquimia en los romances del marqués de Villena y he estudiado con los augures el canto de los pájaros y con los quirománticos la adivinación del porvenir por el examen de las planicies, montes, surcos y líneas de las manos; yo sé leer en los setenta y ocho cartones jeroglíficos del libro de los egipcios llamado Taro; yo poseo el secreto del elixir de larga vida, descubierto por Ahasverus, el llamado judío errante; yo sé el medio para enamorar a los hombres; yo conozco el bálsamo que cura el dolor de amar y apaga el fuego de la concupiscencia...
Yo soy lo que el vulgo llama una hechicera, una maga, una bruja... yo lo sé todo... y no sé nada.
CLARA
¡Oh, pues hable usted!
LA SIBILA
¡Mano de reina! ¡Brazo de diosa! Tú serás lo que quieras ser; tú llegarás donde quieras llegar.
CLARA
Gracias por sus palabras de esperanza; ¿pero qué le dicen A usted las rayas de mi mano?
LA SIBILA
Más me dicen los ojos de tu cara. La mujer vence por su belleza: ese es el gran talismán y tu vencerás siempre que quieras, hasta que el tiempo te venza A tí y mate tu juventud, como ha matado la mía.
CLARA
¡Qué gozo! ¡Venceré!
LA SIBILA
Pero ¡ay de ti! si te enamoras. Para triunfar en la vida, estorba un poco de corazón: hazte querer de uno... o de muchos; pero tú... quiérete a ti misma.
CLARA
Triste destino el mió entonces. Yo no quiero vivir para mí sola: mi alma se desborda de amor; yo quiero amar y ser amada.
LA SIBILA
¡Me das lástima, pobre cordera! Sí, triste destino el tuyo; vas a ir por la vida, con el corazón en la mano, ofreciéndoselo A los hombres; todos tomarán de él un poco, un cachito y al cabo te encontrarás con que has repartido tu corazón a pedazos, entre unos y otros, sin haber encontrado el hombre de tus deseos.
CLARA
¡No! Yo entregaré entero mi corazón sólo a aquel a quien ame.
LA SIBILA
Dios te depare pronto A ese hombre. Porque en amor no hay mujer que no se equivoque y de equivocación en equivocación, puedes irte dejando, como te he dicho antes, en manos de unos y de otros, ese corazón que quieres conservar entero para uno solo.
CLARA
¿Pero seré feliz, seré desgraciada?
LA SIBILA
La vida es un camino muy largo: ándalo deprisa: al final encontrarás la felicidad: algunos la representan en forma de esqueleto, llevando una guadaña en la mano.
Se llama la muerte.
CLARA
iQué horror!
LA SIBILA
Pero no te asustes. Ya te he dicho que el camino es largo y hay muchos que lo recorren riendo. La cuestión está en no preocuparse de nada; diviértete tú y deja sufrir A los demás.
CLARA
Me asusta usted.
LA SIBILA
¿Por qué? Ten fe en mis palabras y ya verás. La vida es una farsa: diviértete, goza lo que puedas.
¿El mal? ¿El bien? No te preocupes de eso: sé buena o mala, según to convenga. Y ríete de todo, hasta de ti misma.
CLARA
No la entiendo a usted.
LA SIBILA
Ya me entenderás con el tiempo. Mira, ya ves que yo soy una bruja a la moderna, que toda mi ciencia consiste en haber vivido. Tu mano me dice sólo que eres bonita: no quiero engañarte con falsas predicciones, pero te aseguro, que, si sigues mis consejos, la vida será para ti un hermoso camino de flores.
CLARA
Usted cree... pues le prometo obedecerla en todo.
LA SIBILA
Temo que te pierda el corazón, como me perdió a mí, cuando tenía tus años. ¡Es tan hermoso el amor!... Y no tengo más que decirte: adiós, hija de Eva, goza del mundo lo que puedas.
Si la serpiente llega a ti, tentadora, con la manzana en la boca, cómela, devórala. Tu mano... quiero besártela, reina, reina del amor. ¡Adiós!
CLARA
Adiós... Me separo de usted intranquila, nerviosa, preocupada, casi loca...
¡Ay mi pobre cabeza! ¡Ay mi
pobre corazón! Sus palabras me han hecho mucho daño; quizás me han hecho mucho bien... no sé lo que pienso... no sé lo que siento... estoy aturdida... Gracias por sus consejos. Adiós.
LA SIBILA
Que la vida te sea leve. Adiós. |