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Miguel Sawa

"Cuento de carnaval"

(Amor)

Biografía de Miguel Sawa en Wikipedia

 
 
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Música: Mendelssohn - Song Without Words, Op. 19, No. 6
 
Cuento de carnaval
Detrás de una máscara
 

Caminaba con andar gallardo, mal envuelta en su dominó de raso blanco, sujetándose instintivamente la careta con ambas manos.

Toda máscara lleva en sí la misteriosa poesía de lo desconocido. Y sin apenas darme cuenta de lo que hacía eché a andar detrás de ella, excitado por la curiosidad y el deseo.

Ella, de vez en cuando volvía la cabeza y apretaba el paso, contrariada sin duda por mi tenaz persecución.

— ¿Quién será esta mujer?—pensaba yo mientras tanto.

Que era joven y hermosa, bien podía asegurarse. Yo la había desnudado ya con mis miradas, encontrándola digna de mis deseos.

¿Vendría del baile? ¿Y de qué otra parte a aquella hora y con aquel traje?

Pero, ¿por qué iba sola? ¡Bah! Después de todo, eso qué importaba. ¡Mejor! Así la aventura sería más fácil. Me aproximaría a ella y nos arreglaríamos en seguida.

Pero, ¿y si aquella mujer no era lo que parecía? ¿Y si era una mujer honrada?

Sí; bien podía haber ido al baile a celar a su marido o quizás a su amante. Y por eso iba ahora sola y fugitiva, y acaso desesperada.

Encontré esta suposición muy lógica. El afán que tenía por taparse la cara, la contrariedad que parecía experimentar por mi persecución, eran otros tantos datos en favor de esta idea.

—¿Y si no es joven ni bonita?—pensé después, contrariado.

Pero no; aquella mujer era seguramente muy hermosa. Bastaba a demostrarlo la gentileza de su andar, su cuerpo airoso, mal envuelto en el elegante dominó, y yo no sé qué seducción y qué gracia que parecía desprenderse de toda ella.

¿Sería rubia? ¿Sería morena? ¡Bah! ¿Qué importaba? Para mis deseos del momento con que fuera hermosa bastaba.

* * *

De pronto mi bella desconocida se detuvo. Yo también hice alto en mi marcha, situándome a una distancia respetuosa de ella.

Y entonces ocurrió lo que era lógico presumir que ocurriera. La mujer, después de un momento de vacilación, me llamó con un siseo insinuante. Y como yo permaneciera silencioso, aturdido por aquel final ridículo de mi aventura, ella insistió:

—¿Pero no vienes?

Y con suprema coquetería, avanzó hacia mí, andando a pasitos cortos, mientras trataba de desanudarse las cintas del antifaz.

—Ya verás como soy muy bonita.

Pero yo retrocedí instintivamente.

—¡No, no te descubras! Quiero pensar de tí, sin verte la cara, que eres hermosa; quiero pensar, no marchándome contigo, que eres honrada. He soñado mucho mientras te perseguía, para que vengas ahora a desvanecer mis ilusiones. ¡Vete! ¡No quiero conocerte! Quiero conservar pura la virginidad de mis fantasías, de mis quimeras...

Y eché a correr, mientras ella se reía a carcajadas.

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