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Diego San José de la Torre

"Y apaleado... Indiscreciones de un paje"

La vieja España galante

Biografía de Diego San José de la Torre en Wikipedia

 

 
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Música: Falla - El Sombrero de Tres Picos - 4: Danse du Corregidor
 

...Y apaleado...

Indiscreciones de un paje

 

«Es mi señora doña Silvia la más gentil carne de falda que gocé en mis días. Venus al salir de los mares la tomara enojos y celos el sol. Como ya va mediando el otoño de su bizarra vida, parece que quiere aromas de primavera y a todo riesgo los busca.

Yo era simple y no hacía aprecio de lo mucho que me regalaba mi atna, cuando aun no había una semana que estaba a su servicio. Delante de mí cambiaba de ropa y delante de mí llegó a tomar el baño y mandar'yie luego que la enjugara con un sudario transparente a cuyo través dibujábase la carne fresca y mórbida que era ganzúa de mi simplicidad.

Un día se cambiaron las tornas; ella me atendió a mí, y desde entonces todas las mañanas, aprovechando que mi amo estaba en el consejo, el mayordomo en misa y las criadas atendiendo al arreglo de la casa.

Un día, que era burlona y mal intencionada, díjome:

—Juanico, quiero que esta noche la pases en mi alcoba.

—Y ¿cómo podrá ser eso, si vuestro marido y amo mío está con vos? —repliqué yo espantado.

—Pues así ha de ser, y ello será más para tu honra que para tu daño con aquel enemigo. Mira —prosiguió— ,tú entrarás quedo y esconderte has entre los cobertores del lecho, yo estaré ya sobre aviso y no te irá mal, que para esta vez te guardo las más bellas flores del jardín de mis delicias.

Y fui. No había sino cumplir como amante y obedecer como criado.

Caminaba a tientas, cuidando de no tropezar, y si por acaso hacía ruido, luego me estaba una hora con el un pie en el aire, como quien se ha pinchado.

No hice más de llegar, y la cortina que cubría el infierno de aquel matrimonio se alzó y saliendo una mano de mi dama asióme de donde más sujeto me podía tener.

— Marido, marido, ¿no oís que os llamo?—comenzó a decir—. Parecéis un tronco. Así curáis del honor vuestro que por osadías de un criado infiel se ve en trance de perderse. Sabed que Juanico, el paje, me ha requerido de amores y aun tuvo la avilantez de darme cita en el jardín para esta noche.

Yo sólo pensaba en estar enterrado, que muerto ya lo estaba. Doña Silvia prosiguió, sujetándome más cada vez:

—Ved, marido, que quiero que bajéis donde ese falso me espera y le deis lo que se merece y no piensa encontrar.

El tal púsose en pie de un salto. La pécora continuaba:

—Para que no huya al veros, será bien que os pongáis mis vestidos; ponéoslos y no hagáis luz, porque no advirtáis el color de la vergüenza que me toma el rostro al haceros esta confesión.

Hizo mi amo como le decían, y salió furioso hacia el huertecillo.

Cuando húboseme pasado el susto merced ai nuevo agasajo de mi ama y dueña, mandóme que con un buen fresno bajase en busca de su merced y fingiendo que le tomaba por su liviana costilla, emprendiérala a golpes hasta que pidiese confesar, diciendo mientras le asaba a puros golpes:

—Tomad bellaca, falsa perjura, tusona de burdel callejero, ya que en tal estima tenéis la limpia honra de mi amo, pues con un criadillo suyo consentíais esta enlija, pues él no os la propuso sino por probaros.

Hícelo así, y en Dios y en mi ánima que me despaché a mi gusto. A la media docena gemía el infeliz:

—¡Basta, Juanico, por tu vida, que ya sé en cuanto tienes la honra de tu señor! Así te pague Dios este cuidado como yo pienso pagártelo mañana.

Desde aquel día soy el verdadero dueño de la casa...

Publicado en “Flirt" Madrid en 1922

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