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San Agustín

"Confesiones"

Libro 13

Capítulo 2

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Confesiones

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CAPÍTULO 2

El bien de las criaturas es bondad de Dios

 

2. En efecto, de la plenitud de tu bondad subsiste tu criatura, a fin de que el bien, que a ti no te había de aprovechar nada ni, proviniendo de ti, había de ser igual a ti, sin embargo, porque podía ser hecho por ti, no faltase. Porque ¿qué pudo merecer de ti el cielo y la tierra que tú hiciste en el principio? Digan: ¿qué te merecieron la naturaleza espiritual y corporal, que tú hiciste en tu sabiduría, para pender de ella hasta las cosas incoadas e informes —cada cual en su género, espiritual o corporal— que van hacia la inmoderación y una desemejanza tuya lejana, lo espiritual informe de modo más excelente que si fuese cuerpo formado, y el corporal informe de más excelente manera que si fuese absolutamente nada, y así pendieran informes de tu palabra si no fuesen llamadas por esta misma palabra a tu unidad y formadas y hechas todas ellas por ti, Bien sumo, muy buenas? ¿Qué méritos podían tener contigo para ser siquiera informes, cuando ni aun esto serían si no fuera por ti?

3. ¿Qué pudo merecer de ti la materia corporal para ser siquiera invisible y caótica, cuando no sería esto si no la hubieras hecho? Ciertamente que, no siendo, no podía merecer de ti el que fuese. O ¿qué pudo merecer de ti la incoación de la creación espiritual para que, al menos, tenebrosa sobrenadase semejante al abismo, desemejante a ti, si no fuera convertida por el Verbo a sí mismo, por quien fue hecha; e iluminada por él, fuese hecha luz, si bien no igual, sí, al menos, conforme a la forma igual a ti? Porque así como en un cuerpo no es lo mismo ser que ser hermoso —de otro modo no podría ser deforme—, así tampoco, en orden al espíritu creado, no es lo mismo vivir que vivir sabiamente, puesto que de otro modo inconmutablemente comprendería.

Pero su bien está en adherirse a ti siempre, para que con la aversión no pierda la luz que alcanzó con la conversión, y vuelva a caer en aquella vida semejante al abismo tenebroso. Porque también nosotros, que en cuanto al alma somos creación espiritual, apartados de ti, que eres nuestra luz, fuimos algún tiempo en esta vida tinieblas, y aun al presente luchamos contra las secuelas de esta nuestra oscuridad, hasta que seamos justicia tuya, en tu Unigénito, como montes de Dios, ya que antes fuimos juicios tuyos, como abismo profundo.


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