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San Agustín

"Confesiones"

Libro 7

Capítulo 5

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Confesiones

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CAPÍTULO 5

Vuelve otra vez a inquirir de dónde provenga el mal y cuál será su origen y raíz

 

7. Yo buscaba el origen del mal, y siendo así que lo buscaba malamente no echaba de ver el mal que había en el mismo modo con que le buscaba. Ponía yo delante de los ojos de mi alma todo lo que habéis creado, ya sean las cosas que podemos ver, como la tierra, el mar, el aire, los astros, los árboles y los animales, ya también todas las cosas que no vemos, como son el firmamento con todos los ángeles y todos los entes espirituales del universo; pero también estas cosas las fue colocando mi fantasía en diversos y respectivos lugares, como si verdaderamente fueran cuerpos. De todo ello formé en la imaginación como una gran masa compuesta de los distintos géneros de cuerpos de vuestras criaturas, tanto de aquéllos que eran verdaderos cuerpos, como de los otros que yo había fingido y apropiado a los espíritus. Yo imaginaba esta masa muy grande y extensa, no tanto como ella lo fuera en sí misma, que esto no podía saberlo a punto fijo, sino cuanto le pareció a mi fantasía, pero siempre me la representaba finita y limitada por todas partes.

Después, os concebía a Vos, Señor, como una sustancia infinita sin término ni límite alguno, que rodeaba y penetraba por todas partes aquella gran masa: así como si el mar lo llenase todo y hacia todas partes por espacios inmensos sólo hubiese un infinito mar, y dentro de sí tuviese una esponja que aunque fuese muy grande, fuera limitada y finita, esta esponja verdaderamente estaría por todas partes rodeada y llena de aquel inmenso mar.

Así juzgaba yo que todas vuestras criaturas, que son finitas y limitadas, estaban por todas partes circunvaladas y llenas de Vos, que sois infinito, y decía: veis aquí a Dios y veis aquí todo lo que Dios ha creado; Dios es bueno y su bondad excede infinitamente a todo el conjunto de sus criaturas; mas como él es sumamente bueno, todas las cosas las crea buenas, y ved ahí cómo todas las abraza y llena de su bondad. Pues ¿en dónde está el mal?, ¿de dónde ha dimanado?, ¿por dónde se ha introducido en el universo?, ¿cuál es la raíz que lo produce?, ¿de qué semilla nace?

¿Acaso diremos que el mal no tiene ser alguno? Pues ¿por qué tememos y evitamos lo que no hay ni tiene ser? Y si es que tememos vanamente y sin fundamento, sin duda que este temor ya es algún mal que inútilmente atormenta y despedaza nuestro corazón, y este mal será tanto más grave cuanto más tememos no habiendo que temer. Por lo cual, o hay algún mal que temamos, o el mal que hay es que tememos. Pues ¿de dónde vino este mal? Porque Dios, siendo todo bondad, hizo buenas todas estas cosas. El mayor y sumo bien hizo las criaturas que son bienes menores; pero así el Creador como las cosas creadas, todo es bueno. Pues ¿de dónde nace el mal?

¿Será acaso que la materia de que hizo Dios todas las criaturas era en sí misma alguna cosa mala, y Dios la formó y ordenó, pero dejó algo en ella que no lo ordenase y convirtiese de mal en bien? Y si fue así, ¿qué causa hubo para esto? ¿Acaso no podía convertirla toda y mudarla en bien de modo que no quedase en ella nada de malo, siendo Él todopoderoso? Finalmente, ¿por qué quiso servirse de ella para formar de allí sus criaturas, y no usar de su misma omnipotencia para destruirla enteramente y aniquilarla? ¿O podrá decirse que ella podía existir contra la voluntad de Dios? Aun suponiendo que fuese eterna, ¿por qué la dejó durar antecedentemente por infinitos espacios de duraciones y tanto después tuvo por bien servirse de aquella materia, y hacer de ella alguna cosa? Y ya que repentinamente determinó y quiso hacer alguna obra, como omnipotente que es, comenzara antes aniquilando y deshaciendo enteramente aquella materia; y si así hubiera quedado Él siendo el todo, el verdadero, sumo e infinito bien. Y si no era conveniente a su bondad el que sólo destruyese y no fabricase al mismo tiempo y produjese algún bien, siendo Él tan bueno, destruida aquella mala materia y reducida a la nada, podía haber creado otra buena, de la cual produjese todas las cosas. Porque no sería todopoderoso si no pudiera hacer algo bueno sin ayuda de aquella materia que Él no había creado.

Ve aquí las cosas que yo andaba revolviendo en mi infeliz espíritu lleno de cuidados que le consumían, causados del temor de la muerte y de no hallar la verdad; pero estaba firmemente arraigada en mi corazón la fe que en la católica iglesia se tiene de vuestro Hijo Jesucristo, Señor y Salvador nuestro; y aunque a la verdad era mi fe todavía imperfecta en muchas cosas y se salía fuera de las reglas de la sana doctrina, con todo no la dejaba mi alma, antes bien cada día se iba instruyendo e imbuyéndose más y más en ella.

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