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San Agustín

"Confesiones"

Libro 6

Capítulo 14

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Confesiones

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CAPÍTULO 14

Determina Agustín instituir el método de vida común que él y sus amigos habían de observar

 

24. Muchos amigos, que en nuestras conversaciones abominábamos las inquietudes y molestias de la vida humana, habíamos premeditado y casi resuelto ya el vivir apartados del bullicio de las gentes en un ocio tranquilo, lo cual habíamos trazado de tal suerte, que todo lo que tuviésemos o pudiésemos tener lo habíamos de juntar y hacer de todos nuestros haberes una hacienda y masa común a todos nosotros, de modo que, en fuerza de una sincera amistad, no fuese una cosa de éste y otra de aquél, sino que de todos nuestros bienes se hiciese un cúmulo y todo él fuese de cada uno, y todas las cosas fuesen comunes a todos.

Parecíanos que nos podríamos juntar como hasta unos diez compañeros, habiendo entre nosotros algunos muy ricos, especialmente Romaniano, que era mi compatriota, y desde nuestra niñez amigo mío muy familiar, el cual por entonces había venido de África a nuestra compañía, traído de negocios graves que se le habían ofrecido. Éste era el que más instaba para que se pusiese en ejecución el plan de nuestra vida común y tenía su voto mucha autoridad para persuadirlo, por ser su riqueza mucho mayor que la de los demás. Habíamos convenido en que todos los años se habían de nombrar dos de nosotros, que como los anuales magistrados, cuidasen de todas las cosas temporales que nos fuesen necesarias, y los demás gozasen de una vida sosegada y quieta. Pero luego que comenzamos a pensar si este proyecto podía subsistir debiendo de haber mujeres en nuestra compañía (pues algunos de nosotros ya las tenían y otros queríamos tenerlas), todo aquel proyecto que diariamente íbamos perfeccionando se nos deshizo entre las manos, se desbarató y se dejó enteramente.

De aquí volvimos a nuestros suspiros y gemidos acostumbrados, y a seguir los anchurosos y frecuentados caminos del siglo, porque nuestro corazón estaba combatido de muchos y diversos pensamientos, pero vuestros juicios y decretos permanecen eternamente; en fuerza de los cuales decretos burlabais, Señor, nuestras disposiciones y hacíais que se fuesen cumpliendo las vuestras, para darnos el alimento en el tiempo más propio y oportuno, y extender vuestra liberal mano para llenar nuestras almas de gracias y bendiciones.

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