Capítulo 14
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Confesiones |
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Capítulo 14 |
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Cómo dedicó los libros De lo Hermoso y De lo Conveniente a Hierio, orador romano, y del motivo por que amaba a dicho Hierio |
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21. Pero ¿qué fue, oh mi Señor y mi Dios, qué fue lo que me movió a dedicar aquellos libros a Hierio, orador de la ciudad de Roma, a quien no conocía de vista, sino que le amaba por la fama de su doctrina, que era grande, y porque había oído algunos dichos suyos que me habían agradado? Y me agradaba mucho más porque agradaba a otros muchos que le alababan sobremanera, admirándose de que un hombre sirio de nación, después de haberse hecho docto en la elocuencia griega, hubiese salido tan admirable orador en la latina, además de su vastísima erudición en todas las materias concernientes al estudio de la sabiduría. Si es alabado algún hombre, se le ama aunque esté ausente. ¿Por ventura aquel amor, saliendo de la boca del que alaba, se introduce al corazón del que oye la alabanza? No por cierto, sino que de un amante se enciende otro. De aquí nace ser amado el que es alabado, cuando se cree que las alabanzas no nacen de un corazón falaz y doloso, esto es, cuando le alaba quien le ama. 22. Así amaba yo entonces a los hombres, gobernándome por el juicio de los otros hombres: no por el vuestro, Dios mío, en el cual nadie se engaña. Pero ¿por qué este amor no era como el que se tiene al que en el circo se distingue en manejar y correr caballos, o al que en el anfiteatro sobresale en luchar con las fieras, siendo uno y otro famoso y celebrado por las aclamaciones del pueblo, sino que muy de otro modo, y mucho más seria y gravemente era alabado por mí y amado aquel orador, y del mismo modo que quisiera yo que me alabaran a mí? Pues es muy cierto que no quisiera yo ser alabado y amado como lo son los cómicos, aunque yo mismo los alababa y amaba; antes por el contrario, más quisiera ser eternamente ignorado y desconocido, que ser famoso y celebrado de aquel modo, y antes eligiera ser aborrecido de todos que ser amado como ellos. ¿Dónde se distribuyen estos pesos que inclinan y llevan a tan varios y diferentes amores a una misma alma? ¿Qué viene a ser lo que yo amo en otro hombre, que por otra parte lo aborrezco en mí (que si no lo aborreciera, no lo detestaría y desecharía de mí), no obstante que el otro es hombre como yo? Mengua sería el decir que al modo que se ama un buen caballo, sin que el mismo que le ama quiera ser caballo, aunque pudiera, así se ame también al comediante, porque éste es hombre, y de nuestra misma especie. Pues ¿cómo amo en el hombre lo que aborrezco yo ser, siendo yo también hombre? Insondable, profundo es el mismo hombre, cuyos cabellos tenéis Vos, Señor, contados, sin que uno tan sólo se os escape; y si no es fácil contar sus cabellos, mucho menos las afecciones y movimientos de su corazón. 23. Mas aquel orador era tal que yo le amaba, queriendo ser como él era, en lo que andaba perdido por mi soberbia y me dejaba llevar del viento de la vanagloria, mientras que Vos ocultísimamente me gobernabais sin conocerlo yo. ¿Y de dónde sé y os confieso con tanta certidumbre que el amor que yo tenía a aquel hombre más se fundaba y nacía del amor que le tenían los que le elogiaban, que de las mismas prendas por que era celebrado? Porque si en lugar de elogiarle le hubieran vituperado aquellos mismos sujetos y refirieran aquellas mismas cosas con menosprecio y vilipendio suyo, no me hubieran movido ni excitado a amarle; no obstante que las cosas que se contaban de él eran las mismas y el sujeto también era el mismo, y sólo hubiera sido diferente el afecto de los que las referían. Mirad, Señor, en lo que viene a caer un alma vacilante que todavía no está firme en el sólido cimiento de la verdad. Según soplaren los aires de las lenguas, afectos y opiniones de los hombres, así ella es llevada y traída, arrojada y rechazada, oscureciéndosele de tal suerte la luz, que no se ve la verdad, siendo así que la tenemos presente y delante de nosotros. Para mí era una gran cosa que un hombre como aquél llegase a tener noticia de aquellos libros y de mis ocupaciones y estudios. Y si él los diera por buenos y los aprobara, me encendería mucho más en su amor; como al contrario si los reprobara, sería una herida mortal para un corazón tan vano como el mío y tan falto de aquella solidez que no se halla sino en Vos. Entretanto yo me deleitaba en repasar dentro de mi alma aquellos tratados de lo Hermoso y Conveniente, que le había dedicado y remitido, y teniéndolos muy presentes en mi memoria para contemplarlos, los admiraba a mis solas sin que ninguno me acompañase a alabarlos. |
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