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San Agustín

"Confesiones"

Libro 4

Capítulo 10

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Confesiones

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Capítulo 10

Cómo la bondad de todas las criaturas es muy limitada y transitoria, e incapaz de dar quietud y descanso a los deseos del alma

 

15. Dios de las virtudes, convertidnos a Vos, mostradnos vuestro rostro, y seremos salvos. Porque a cualquier parte que se vuelva el corazón del hombre ha de tener que padecer dolores, si no es que se vuelva hacia Vos, aunque se abrace con las criaturas más hermosas que están fuera de Vos y fuera de él. Ellas no tuvieran ser alguno si no le hubieran recibido de Vos: ya nacen, ya mueren; nacen como que comienzan a ser, crecen para perfeccionarse y, después de perfectas, envejecen y acaban; pero no todas las criaturas  se envejecen, y todas se acaban. De modo que cuando nacen y caminan a ser, cuanto más aceleradamente crecen para lograr el lleno de su ser, tanta más prisa se dan para no ser. Éste es el modo propio de su ser y naturaleza. Solamente les habéis dado que sean partes de unas cosas, que no existen todas a un tiempo y de una vez, sino que faltando unas y sucediendo otras, forman el universo y el todo, de quien ellas son partes. Así se forman también nuestra conversación y plática cuando la tenemos boca a boca o de palabra, porque el todo de nuestra conversación nunca llegaría a tener su ser propio, si después que una palabra se pronunció en cuanto a todas las sílabas que la componen, no cesara y dejara de ser para que otra palabra le suceda.

Alábeos por estas cosas mi alma, Dios mío, Creador de todas ellas, pero no sea de modo que por los sentidos del cuerpo se quede con apego y algún amor a ellas. Porque van estas cosas caminando sin parar hacia el no ser y despedazan al alma con pestilentes deseos de existir siempre y descansar en las mismas cosas que ama. Pero en estas cosas transeúntes y sucesivas no tiene el alma en dónde parar y descansar, porque ellas, como no paran, huyen; ¿y quién es capaz de seguirlas con los sentidos corporales ni de retenerlas aun cuando están más presentes?

Los sentidos del cuerpo son tardos y perezosos como les corresponde ser a unos sentidos corpóreos, y eso es modo y propiedad de su naturaleza. Son suficientes, hábiles y proporcionados para lo que fueron creados; pero no son suficientes para detener las cosas transitorias que van corriendo desde el principio que les corresponde hasta el fin que les está señalado. Porque en vuestra eterna palabra por quien fueron creados, están oyendo que se les manda y dice: Desde aquí comenzaréis, y llegaréis hasta allí.

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