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San Agustín

"Confesiones"

Libro 3

Capítulo 1

Biografía de San Agustín en Wikipedia

 
 

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Confesiones

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Libro 3

Confiesa cómo en Cartago se enredó en los lazos del amor impuro, que leyendo allí el Hortensio de Cicerón, al año 19 de su edad, se excitó al amor de la sabiduría, y cómo después cayó en el error de los maniqueos. Últimamente refiere el sueño que tuvo su santa madre y la esperanza y seguridad que le dio un obispo acerca de su conversión
 

Capítulo 1

Cómo deseando agradar y ser amado, cayó en los lazos del amor

 

1. Llegué a la ciudad de Cartago, y por todas partes me veía incitado a amores deshonestos. Todavía no amaba yo, pero deseaba amar, y con una mal disimulada y oculta infelicidad me aborrecía por ser menos infeliz. Deseando tener amor, buscaba a quien amar, que era lo mismo que aborrecer mi seguridad y el camino que estaba libre de lazos y peligros.

Esto provenía de que estaba muy falto y necesitado de aquel interior alimento que sois Vos mismo, Dios mío; y no tenía hambre ni apetito de él, antes estaba sin deseo alguno de los alimentos incorruptibles y espirituales, no porque estuviese lleno y harto de ellos, sino porque me causaban tanto mayor fastidio cuanto más vacío y falto de ellos estaba. Por eso no estaba sana mi alma; y como llagada y enferma, se salía fuera de sí, miserablemente ansiosa de rozarse con las criaturas sensibles y exteriores, para que le quitasen aquella comezón que le causaban sus llagas. Pero tampoco se amarían aquellas criaturas si no tuvieran alma con que poder amar ellas.

El amar y el ser amado se me proponía como una cosa muy dulce, especialmente si también gozase de la persona que me amaba. Conque venía a ensuciar la clara fuente de la amistad con las inmundicias de la concupiscencia, y enturbiaba su candor con el cieno de la lascivia, y no obstante ser impuro y torpe, quería ser tenido  por galán y cortesano, muy picado de vanidad, por lo que no tardé mucho en caer en los lazos del amor, cuya prisión deseaba.

Pero ¡oh Dios mío y misericordia mía!, ¡con cuánta hiel y amargura rociasteis aquella suavidad de mis placeres, usando conmigo de vuestra infinita bondad! Porque logré también el ser amado y la posesión del objeto de mi amor, alegre y contento de verme atado con fuertes y funestas ligaduras, para ser después herido y azotado con varas de hierro ardiendo; que esto viene a ser, para quien ama, los celos, las sospechas, los temores, las iras, desazones y contiendas.
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