Procure ser en todo lo posible,
El que ha de reprender, irreprensible.
Sultán, perro goloso y atrevido,
En su casa robó, por un descuido,
Una pierna excelente de camero.
Pinto, gran tragador, su compañero,
Le encuentra con la presa encaminado
Ojo al través, colmillo acicalado,
Fruncidas las narices y gruñendo.
«¿Qué cosa estás haciendo,
Desgraciado Sultán?» Pinto le dice;
«¿No sabes, infelice,
Que un Perro infiel, ingrato,
No merece ser Perro, sino gato?
¡Al amo, que nos fía
La custodia de casa noche y día,
Nos halaga, nos cuida y alimenta,
Le das tan buena cuenta,
Que le robas, goloso,
La pierna del camero más jugoso!
Como amigo te ruego
No la maltrates más: déjala luego.»
«Hablas, dijo Sultán, perfectamente.
Una duda me queda solamente
Para seguir al punto tu consejo:
Di, ¿te la comerás, si yo la dejo?» |