Así decía cierta Comadreja
A un Hombre que la había aprisionado:
«¿Por qué no me dejáis? ¿Os he yo dado
Motivo de disgusto ni de queja?
¿No soy la que desvanes y rincones,
Tu casa toda, cual si fuese mía,
Cuidadosa registro noche y día,
Para que vivas libre de ratones?»
«¡Gran fineza por cierto!
El Hombre respondió. Pues di, ladrona,
Si tu glotonería no perdona
Ni a ratón vivo ni a cochino muerto,
Ni a cuanto guardan ruines despenseras,
¿Cómo he de creer que tu cuidado apura
Por mi bien los ratones? ¡Qué locura!
No tendría yo malas tragaderas.
Morirás; y el astuto que pretenda
Vender como fineza lo que ha hecho
Sin mirar a más fin que a su provecho,
Sabrá que hay en el mundo quien lo entienda.»
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