Sacó la espada un valiente
contra un gallina, y huyendo
el cobarde, iba diciendo
:
—Hombre, que me has muerto, tente.
Acudió gente al ruido,
y uno, que llegó a buscarle
la herida para curarle,
viendo que no estaba herido,
dijo : —¿Qué os pudo obligar
a decir, si no os hirió,
que os ha muerto? Y respondió:
—¿No me pudiera matar?
{Los pechos privilegiados, acto 2. , escena XII.)
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