Fatigado de estudiar
Fue Adolfo al jardín un día
Y exclamó con alegría:
—Hoy no quiero trabajar.
Tendido aquí, sin temores,
Hablaré de muchas cosas
Con estas flores hermosas.
—No; le dijeron las flores
En tanto que el libro dejas,
Y al estudio eres infiel,
Nosotras formamos miel
Que han de libar las abejas.
—Venid, abejas, conmigo,
Dijo Adolfo: ellas le oyeron,
Y, «no podemos, dijeron;
Gracias, mil gracias, amigo.
El ocio nos causa mal;
Nosotras de prisa vamos,
Que esta miel que atesoramos,
La espera nuestro panal.»
—Avecilla, tú que en pos
De las flores del pensil
Vas volando en giros mil,
Ven, jugaremos los dos.
—No, dijo el ave, mis vuelos
Nunca los emprendo en vano,
Y voy á buscar el grano
Que han de comer mis hijuelos.
—Pues escucha el ruego mío,
Aura que pasas ligera.
—Yo le llevo a la pradera
Estas gotas de rocío.
—Tú, cristalino arroyuelo.
— Yo voy el río a buscar.
—Tú , rio.
—Yo voy al mar,
—Tú, vapor.
—Yo voy al cielo.
Trémulo Adolfo lloraba;
Y el dulce llanto del niño,
Con inefable cariño
Un ángel bello enjugaba.
— El trabajo el bien procura
Le dijo, seca tu lloro:
El trabajo es un tesoro;
El trabajo es la ventura:
Y por eso la corriente
Cristalina, los vapores,
Las abejas y las flores
Trabajan constantemente. |