"Lo imposible" UNA TEMPORDA EN EL INFIERNO |
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Música: Rachmaninov - Op.19 no.3, Sonata in G minor for Cello and Piano, III. Andante |
Lo imposible |
¡Ah! esa vida de mi infancia, la gran ruta accesible en todo tiempo, sobrenaturalmente sobrio, más desinteresado que el mejor de los mendigos, orgulloso de no tener ni patria ni amigos, qué bobería fue. ¡Y sólo ahora me doy cuenta! -Yo tenía razón al despreciar a esos benditos que no se perderían la ocasión de una caricia, parásitos de la limpieza y de la salud de nuestras mujeres, hoy que ellas se entienden tan poco con nosotros. He tenido razón en todos mis desdenes: ¡puesto que me escapo! ¡Me escapo! Voy a explicarme. Hasta ayer, suspiraba yo aún: "¡Cielos! ¡Cuántos somos los condenados aquí abajo! ¡Hace tanto tiempo ya que pertenezco a su cuadrilla! Los conozco a todos. Nosotros nos reconocemos siempre y nos asqueamos. La caridad nos es desconocida. Pero somos corteses; nuestras relaciones con el mundo son muy correctas." ¿Es sorprendente? ¡El mundo! ¡Los mercaderes, los ingenuos! Nosotros no estamos deshonrados. ¿Pero cómo habían de recibirnos los elegidos? Ahora bien, hay gentes hurañas y alegres, falsos elegidos, puesto que necesitamos audacia o humildad para abordarlos. Y esos son los únicos elegidos. ¡Que no están nada dispuestos a echar bendiciones! Al recobrar dos céntimos de razón -¡cosa muy pasajera!-veo que mis males provienen de no haber pensado a tiempo que estamos en el Occidente. ¡Los pantanos occidentales! No es que suponga la luz alterada, la forma extenuada, el movimiento extraviado... ¡Bueno! Ahora resulta que mi espíritu quiere ocuparse en absoluto de todos los desarrollos crueles sufridos por el espíritu desde que acabó el Oriente... ¡Mi espíritu lo quiere así! ... ¡Mis dos céntimos de razón se han terminado! El espíritu es autoridad y quiere que yo esté en Occidente. Habría que hacerlo callar para llegar a la conclusión que yo deseaba. Yo mandaba al diablo las palmas de los mártires, los esplendores del arte, el orgullo de los inventores, el ardor de los pillastres; regresaba al Oriente y a la sabiduría primitiva y eterna. ¡Parece que ha sido un sueño de grosera pereza! Sin embargo, no pensaba para nada en el placer de escapar a los sufrimientos modernos. No tenía en vista la sabiduría bastarda del Corán. ¿Pero no es un suplicio real el que, a partir de esta declaración de la ciencia, el cristianismo, el hombre se engañe, se pruebe las evidencias, se hinche de placer al repetir esas pruebas y no viva más que de ese modo? Tortura sutil, bobalicona; fuente de mis divagaciones espirituales. ¡La naturaleza podría aburrirse, quizá! El señor Prudhomme ha nacido junto con el Cristo. ¡Y ha de ser porque cultivamos la bruma! Devoramos la fiebre con nuestras legumbres acuosas. ¡Y la borrachera! ¡Y el tabaco! ¡Y la ignorancia! ¡Y las abnegaciones! ¡Todo esto está a cien leguas de la sabiduría del Oriente, la patria primitiva! ¡Para qué un mundo moderno, si se han de inventar semejantes venenos! Las gentes de Iglesia dirán: Comprendido. Pero vos queréis hablar del Edén. Nada hay para vos en la historia de los pueblos orientales. -Es cierto; ¡era en el Edén en lo que pensaba! ¡Qué significa ante mi sueño esa pureza de las razas antiguas! Los filósofos: El mundo no tiene edad. La humanidad se desplaza, simplemente. Vos estáis en Occidente, pero sois libre de habitar en vuestro Oriente, por antiguo que os sea menester -y de habitarlo a gusto-. No hay que declararse vencido. Filósofos, vosotros pertenecéis a vuestro Occidente. Espíritu mío, ten cuidado. Nada de medios violentos de salvación. ¡Ejercítate! ¡Ah, la ciencia no va suficientemente a prisa para nosotros! Pero me doy cuenta de que mi espíritu duerme. ¡Si estuviera siempre bien despierto a partir de este momento, pronto llegaríamos a la verdad, que nos rodea acaso con sus llorosos ángeles! ... Si hubiera estado despierto hasta este momento, sería por no haber cedido yo a los instintos deletéreos, en una época inmemorial... ¡Si siempre hubiera estado bien despierto, yo bogaría en plena sabiduría! ... ¡Oh pureza! ¡Pureza! Este minuto de vigilia me ha concedido la visión de la pureza. ¡Por el espíritu se va a Dios! ¡Lacerante infortunio! |
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Obra en Francés | ||
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