Capítulo 1
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Biografía de Efrén Rebolledo en Wikipedia | |
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Música: Dvorak - Piano Trio No. 2 in G minor, Op. 26 (B.56) - 3: Scherzo: Presto |
El enemigo |
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I Lentamente se deslizaba el río, con perezas y movimientos de serpiente; con la superficie reposada negra, sin una arruga, sin producir un solo ruido. EL calor abrasante, el cielo sin una nube; ni una montaña en el horizonte, ni un árbol cerca ni lejos de fresca copa; y por todos lados una llanura ardorosa, inconmensurable. El sol arriba inmóvil, y las Horas muy lentas en su marcha, y volcando poco a poco y con indiferencia las urnas de tedio sacadas del rio, en los labios y en la frente, en la cabeza y en los miembros de muchos hombres y mujeres de rostro pálido, sentados en las márgenes, con una sombra de atonía en los ojos, y el pensamiento ausente de imágenes y memorias. País más horrible que el de la Locura; más cruel que el del Sufrimiento; por donde pasa todo el mundo; a donde van los neuróticos; donde sucumbe el débil. Porque cuando tu víctima es pusilánime, Monstruo desolador, la cansas en la lucha, la fatígas, la disgustas con tu aspecto de bestia repugnante, y como un tallo que se dobla, se hunde irreparablemente en tus aguas negras. Respiras tu aire maléfico, y la frente que alcanza tu hechizo se frunce, la mirada se extingue, el pensamiento se nubla, el vigor dormita, el ser desfallece, hasta que la rebeldía sacude el espíritu y lo despierta del sueño en que lo tenía abismado tu fascinación. Y Gabriel Montero era una de tus víctimas, impávido Inquisidor. Al pasar por tu orilla mil veces sufrió el maléficio de tus miasmas y se sentó en la arena, con la mirada fija en tu superticie inmóvil. Pero se sublevaba contra ti y te vencía; llamaba en su auxilio a su aspiración y a su fe, a cuanto había en él de orgullo y de fuerza generosa, y salía de tus infernales dominios donde lo confinaba su fragilidad orgánica, reconfortado, reuniendo fuerzas, acumulando energias y bendiciendo a la vida que es un talismán precioso, un don del cielo que trae la felicidad. Entonces amaba la existencia y la miraba adorable, bella; la miraba a través de un prisma de optimismo que hacía ver todo rosa, y se sentía fuerte, se veía con vida y con tiempo para cultivar la dicha, sembrar esfuerzos, y después cosechar recompensas, goces y satisfacciones, servido y fortificado por su albedrío. Miraba un fin en su camino, y henchido de un sentimiento de exaltación y exuberancia, a él dirigía sus anhelos, sin fijarse en los escollos que le obstruían el paso, volviendo su espíritu hacia el ideal brumoso, orientando hacia la lejana estrella sus pensamientos y sus ansias, el cuerpo todo en tensión, como un gran arco provisto de una gran flecha, que visa un punto remoto e imperceptible. Armado de su juventud y fiado en las energias y la virtud de la sangre, dedicábase a excitar y acrecer sus fuerzas, desdeñando en su pensamiento el triunfo fácil y la nimia satisfacción por goces más elevados y duraderos. Exprimiendo sus tendencias y facultades había extraído su mejor jugo, lo bueno solamente, la esencia, y arrojando y despreciando cuanto había de grosero y miserable penaba queriendo labrar una copa donde verter el zumo celestial. Espoleaba su espíritu elevándolo de lo mozquino, haciéndolo desplegar las alas bajo cielos inundados de luz y horizontes deslumbradores; olvidado de lo material y extendidos los brazos hacia una visión blanca e impalpable, cuyo beso seria su recompensa y su delectación, Y hacia allá iba, pero a veces veía el fin tan lejos que desmayaba; y entonces sentía las desgarraduras de sus pies, la sed, el desencanto, la fatiga de su cuerpo que consumía en la consecución del goce lejano todo el acopio de su noble savia; sentíase abatido, inerte y veía qne estaba en un error, pues su alma no era sólo aspiración ni su existencia ideal, sino lo grosero y miserable que era mucho, y lo superior y elevado que era el jugo solamente; reconocía que era una mezcla de todo aquello, que formaba la vida completa con sus instintos, sus esperanzas, su inteligencia, su virtud y sus vicios; que el ser no estaba formado sólo de lo espiritual, y temiendo volver al fastidio, buscaba la amistad y el amor, y todas las satisfacciones inmediatas y fatales de los sentidos, como pequeños remansos por donde debía pasar y refrescarse, antes de llegar al término supremo de su aspiración. |
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