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Santiago Ramón y Cajal

"El fabricante de honradez"

Capítulo 10

Biografía de Santiago Ramón y Cajal en Wikipedia

 
 
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Música: Brahms - Klavierstucke Op.76 - 4: Intermezzo
 
El fabricante de honradez
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Aquella locura que se apoderó de Villabronca se iba haciendo tan agresiva y amenazadora, que el doctor Mirahonda, temiendo un serio disgusto, huyó a uña de caballo, llevándose consigo a su mujer, salvados los más importantes efectos e instrumentos científicos. Y en la Memoria que meses después, sosegado el espíritu, escribía el sabio doctor con destino a la «Zeitschriff für Hipnotismus», de Berlín, consignó a guisa de conclusión, estas intereantes declaraciones:

«En resumen: la posibilidad de reeducar al pueblo mediante la sugestión es un hecho firmemente establecido. El mandato imperativo del médico cuando acierta a rodearse de los altos prestigios de la ciencia y de la piedad generosa suspende o debilita la acción de los estímulos pecaminoos, otorgando a la razón, en los conflictos de conciencia, fácil y decisiva victoria. Abrigamos la seguridad de que, si nos hubiera sido dable revacunar, es decir, renovar cada dos o tres meses la acción sugestiva, acentuándola enérgicamente sobre las voluntades más rebeldes, el éxito hubiera sido completo y permanente.

»No considero, por tanto, irrealizable utopía el logro de una ortopedia mental capaz de corregir las aberraciones funcionales del cerebro; al contrario, juzgo posible que, desvanecidos ciertos prejuicios, la fisiología, asistida por los métodos de la hipnología psicológica y pedagogía científica, aniquile o reduzca, a un mínimo despreciable los impulsos antisociales, inaugurando una era de paz y de relativa bienandanza.

»Soy incapaz, empero, de disimular una torturante duda que me asalta. Demuestran mis experiencias la posibilicíad de abolir la delincuencia y de imponer, sin luchas ni protestas, reignación a la miseria y al trabajo y robusta disciplina social. Mas semejante estado de cosas, ¿es conveniente al progreso? ¿Estamos seguros de que la finalidad de la raza humana consiste en vegetar indefinidamente en el sosiego y la mediocridad? La suavidad y armonía de las relaciones sociales, ¿no acabarían por forjar una Humanidad estática y rutinaria, linfática y anodina, ahita de fórmulas y precedentes, incapaz de todo punto para las vibrantes luchas de la civilización? La supresión del mal, ¿no implicaría quizá el mayor de los males?

»Un poco de dolor y miseria social parece indispensable; templa los caracteres, aguza el entendimiento, destierra la molicie, crea el heroísmo y la grandeza de alma, mejora, en fin, moral y físicamente, la raza humana.

»También es provechosa la injusticia. Ella ha sido el buril modelador de las instituciones políticas progreivas. Sin la crueldad e injusticia de los fuertes, el hombre no habría pasado del período de la tribu y del estado de naturaleza. Hasta los grandes crímenes históricos han servido a la causa del progreso. Nadie ignora que la instauración de la gloriosa y civilizadora república romana debiose a la lascivia de un rey. Los irritantes abusos e injustos privilegios de la nobleza francesa trajáronnos el reconocimiento de los derechos del hombre y la emancipación del pueblo. Sin el tráfico inmoral de las indulgencias v la locura artística de un Papa, ¿hubieran surgido el protestantismo y el libre examen, padre fecundo del renacimiento filosófico, literario y científico? Por ventura, las hogueras de la Inquisición; ¿no iluminaron la conciencia humana? En una palabra: el héroe, el santo y el sabio, las flores más exquisitas de la voluntad, ¿abrirían su cáliz del punzante espectáculo de la miseria y en el ambiente gris y tibio de la paz, de la molicie y de la abundancia?

»Todo hace creer que el dolor, la pobreza y la injusticia son leyes inexorables de la vida, íntimos resortes de la ascensión progresiva del espíritu a las cimas del ideal. Y de presumir es que la lucha de clases continúe siglos y siglos, aun cuando los pueblos, iluminados por la caridad y la ciencia, lleguen a regular, sabia y prudentemente, la «producción» y la «natalidad», dos trascendentalísimas funciones sociales hasta hoy abandonadas al azar y responsables, según es notorio, de la mitad, por lo menos, de las miserias, delitos y crímenes.

»Puesto que, según resulta de lo expuesto y corrobora mi experiencia de hipnosis social, no es conveniente, desde el punto de vista del progresó, la supresión de la injusticia y del delito, ¿cuál será, en la rigurosa, lucha a que la Humanidad vive condenada, el papel de la ciencia?

»La ciencia tiene el deber de suavizar la rigurosa contienda, de humanizarla de suerte que desaparezcan para siempre la sangre y el dolor. El palenque de la lucha cambiará: de las calles y campos pasará a la fábrica, al laboratorio del sabio y al gabinete del sociólogo. Ciertamente la civilización no evitará nunca en aboluto que el fuerte arrolle al débil: pero conseguirá que el asesino del futuro sea tan impersonal e incoercible, tan dulce y exquisitamente piadoso, que la víctima reciba el golpe de gracia con un gesto de suprema resignación; más aún, con el orgullo sublime del héroe o del santo, porque sabrá que su personal e irremediable sacrificio representa para la especie o la raza un grado superior de altruismo, de prosperidad y de cultura.

»Aún entreveo en las azules lejanías del futuro una Humanidad semidivina, cuya soberana razón, indiferente a toda suerte de bajas concupiscencias, gravite hacia la verdad con la impasibilidad y desembarazo del astro hacia el sol...

»Cuando lleguen esas esclarecidas edades en las cuales verdugos y víctimas se reconozcan armónicos órganos de un mismo todo vital, la semisugestión misma, hoy practicada en sus modalidades filosóficas, política y religiosa, habrá desaparecido para siempre. Entonces la raza humana, purificada y sublimada por la ciencia, que habrá descubierto el modo de eliminar las cabezas débiles, salvajes o desquiciadas, comprenderá que el «bien» es función de la «verdad»...; que el egoísmo y la delincuencia son lamentables equivocaciones...; que, en fin, la poca felicidad que al hombre le es dado gozar sobre la Tierra representa el fruto de la discreta aplicación a los dominios de la vida de las gloriosas conquistas del espíritu.

»Mas en tanto alborean tan remotos ideales, mientras las tres cuartas partes de los hombres sean pobres, salvajes, tontos e ignorantes, la semisugestión de la autoridad, de la religión y de la disciplina será indispenable para refrenar y calmar a los desheredados del cerebro o de la fortuna. Así lo ordena la Naturaleza, la cual, atenta a sus primordiales fines evolutivos, odia el desorden, y, puesta a escoger entre dos males, prefiere la organización tiránica a la anarquía libre, y la crueldad conservadora y vigorizante a la piedad indulgente y relajadora.

»En resumen: mientras el animal humano sea tan vario y comparta las pasiones de la más baja animalidad, será necesaria, para que el desorden no dañe al progreso, la sugestión política y moral; mas esta sugestión ni deberá ser tan débil que no refrene y contenga a los pobres de espíritu y salvajes de voluntad, ni tan enérgica e imperativa (cual sería la sugestión hipnótica) que menoscabe y comprima en lo más mínimo la personalidad ética e intelectual de los impulsores de la civilización.»


Fin

Cuentos de vacaciones.
Narraciones pseudocientíficas (1905)

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Cuentos de Misterio y terror