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Marcelo Peyret

"Cartas de amor"

Carta 14

Biografía y Obra

 
 
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Música: Albeniz - España Op. 165, no. 2 "Tango"
 

Carta 14

De Antonieta Lear a Ramiro Varela

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¡Oh, Ramiro; cómo pudiste escribirme esa carta! No sé cómo he podido leerla sin morir en seguida, sin volverme loca. No, no puede ser; no puede ser, me repito, y vuelvo a leerla, creyendo no haber comprendido bien, haber dejado de leer algún párrafo en que me dices que todo es mentira, que todo es una broma; para castigarme por mi última carta. Pero no; ahí está la crueldad de tu despedida: tu conformidad con nuestra separación, tu tranquilidad cuando me dices que ya no creo en ti y que ya es imposible nuestro amor sin tu esclavitud, que es mejor acceder a la separación que yo propongo.

¡Pero, Ramiro! ¡Si yo he escrito eso en un momento de ira, de desesperación, al ver que no venías, de celos al pensar que estarías con otra! Sí yo sin ti nada valgo, no puedo nada, no se me importa de nada. Yo te quiero como eres, como tú quieras ser, sin imponerte nada, haciendo tu voluntad, tu capricho.

Ante la sola idea de perderte, se desvaneció, como una columna de humo ante un vendaval, todo mi orgullo, mí dignidad, todo, para no quedar nada más que mi desesperación, la enorme desesperación de perderte.

Tú no debes tomar en cuenta mí carta ni esas palabras escritas sin pensar. Calcula lo que es mi amor, toda la inmensidad de mí cariño, y te darás cuenta de que esas frases no son más que hijas de mí pasión, de mí ansia por tenerte, de la tristeza que me causa tu ausencia.

Yo me someto a todo, lo acepto todo, todo menos la idea de perderte. Antes que eso, morir.

Yo comprendo, mí Ramiro, mí Bebé adorado, que tú eres joven, que necesitas divertirte, que te gustan los bailes, las fiestas, todo lo que sea bullicio y juventud. Pues bien: todo lo acepto; tú irás a donde quieras, bailarás, te divertirás, no me darás nunca cuenta de tus actos, tendrás sí quieres una novia joven y bonita, pero a mí, oh mi Ramiro, mi ídolo, mí Dios, a mí no me olvidarás, tendrás compasión de esta pobre mujer que tanto te quiere, y me querrás también un poquito, y vendrás a verme, y me besarás y serás mío. Yo nada te exijo, nada más que un poco de cariño, un poco de ternura. Y sí no lo encuentras en tu corazón, si no te conmueve mi inmenso amor, no me quieras, pero déjate querer, permíteme que te siga amando, sin exigencias, sin lágrimas, sin hacerte jamás una escena de celos, sin entristecerte nunca, sin formularte el más mínimo reproche.

Comprendo que tú no puedes conformarte conmigo, que soy una vieja, tú que eres un amorcito, que eres la gloria, pero yo seré tu amiga, te aconsejaré, te prestaré mi experiencia, te ayudaré a luchar, a vencer.

Y entretanto tú me amarás un poco. Verás cómo me pondré bella para ti, cómo encontraré para ofrecerte placeres nuevos, encantos desconocidos. Verás cómo tu amor me rejuvenece y me torna bella.

¿Verdad, Ramiro, que vendrás? ¿Cómo pudiste creer que yo te enviara el equipaje, que no quería verte? No sabes que cada cosa que tú has tocado se ha transformado para mí en reliquia, y que sí me dijeran que no iba a verte ya más, preferiría quedarme ciega y no volver a ver la luz?

Malo, malíto, que me haces sufrir, que me has hecho llorar desconsoladamente, que haces que aún ahora esté llorando, abrazada a tu almohada, a esa almohada en que aun me parece encontrar el calor de tu rostro, la querida huella de tu cabeza. Perdóname esta carta llena de incoherencias, en la que ni sé lo que digo, y ven. Verás qué pronto te convenzo de mi cariño, que pronto borro con mis besos hasta el recuerdo de estos días, que tenemos que alejar como una mala pesadilla.

Y ahora, tus labios, mi malo, tus labios que me enloquecen. Bésame y luego cierra los ojos, que te besaré yo, ¿recuerdas?, como lo hacía siempre, en el cuello, en los ojos, en la boca . . .

Antonieta.

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