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Marcelo Peyret

"Cartas de amor"

Carta 6

Biografía y Obra

 
 
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Música: Albeniz - España Op. 165, no. 2 "Tango"
 

Carta 6

De Ramiro Varela a Celia Gamboa

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Amiga mía:

Llevado por un asunto urgente de familia, parto hoy para Buenos Aires. Como me será imposible el verla, me tomo el atrevimiento de despedirme por carta.

Sé que no debiera hacerlo, antes de haber sido autorizado para escribirle, pero entre irme calladamente y contravenir a una regla, opto por lo último.

Usted sabe el por qué. Desde que la conocí — ¿recuerda aquella mañana en que usted se me apareció como un envío de Dios, envuelta en una espuma? — no he perdido ocasión de demostrárselo. Pero se ha mostrado usted tan reacia a dejarse querer, tan altiva, tan desdeñosa para esos pobres sentimientos míos que humildemente le ofrecía, que nunca me he animado a otra cosa que a dejarlos adivinar.

Hacía mucho tiempo, desde que se fue junto con mis quince años la época de las grandes ilusiones y de las locas esperanzas, que no me hallaba en un estado espiritual como el que me ha ocasionado su amistad.

Hay detalles indicadores de un gran amor o de un gran infantilismo. Conservo una cinta suya, que una tarde usted arrojó en la rambla después de pretender fijarla en un adorno de su traje, de donde se había desprendido. Recuerdo uno por uno los tocados que usted usa, sus gestos, sus palabras, sus menores ademanes.

Una tarde, me dio usted un papel en que había apuntado varios nombres que deseaba figurasen en una crónica social. Lo he guardado y leído una, dos, cien veces, con la mística adoración con que se lee una plegaria. Y es que para mí todo lo que usted toca se transforma en una reliquia.

En mis noches de insomnio se me antoja, en un esfuerzo de voluntad, sentirla a mi lado. Su imagen, su almita parece impregnarme de embriagadores perfumes, marearme poco a poco, sumirme en un ser exquisito, en el que el mío se diluye, se espiritualiza y se confunde con el suyo, que revolotea junto a mi lecho. Paréceme entonces que se llevaran a cabo unas místicas nupcias de las que sale mía, bien mía, como yo quedo suyo, todo suyo. . .

¿Es esto amor? No lo sé . . . puede que no sea más que un desvarío de mi corazón, que una locura que va invadiéndome fatal, ineludiblemente, y ante la cual sucumbo, incapaz de resistirla.

¡Vanos propósitos! Su imagen substituye a la de las heroínas de la novela, sus palabras parecen salir de sus bocas, y mi cariño clama furioso por absorber en absoluto mi atención.

Entonces dejo el libro, postergo su lectura para otro día, y silenciosamente, como un monje que entrara en éxtasis, me pongo a pensar en usted. . .

¿Es esto amor? No sé, no quiero saberlo. Quizá sea un desvío, una locura. . . pero amor, desvío o locura, lo dejo a sus pies, como la más humilde y sincera de las ofrendas.

Ramiro.

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