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Tomás Orts Ramos

"Un cuento de amor"

Biografía de Tomás Orts Ramos en Real Academia de la Historia

 
 
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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.1 in C major - 2: Andante
 
Un cuento de amor
 

Tu imagen se iba esfumando en mi memoria; tu nombre ya era sólo la hoja seca que arrastra el soplo de un recuerdo, y nuestro cuento, nuestro hermoso cuento de amor, con sus besos y sus lágrimas, con sus ingenuidades y sus traiciones, se deslizaba hacia el olvido, para constituir un pretérito agridulce en mi existencia.

No he querido perderte nuevamente, no he querido abdicar los derechos que mi fantasía conquistó tras mil tormentos, y para avivar un fuego que comenzaba ya a extinguirse, paso a paso he recorrido los lugares y los sitios por donde unidos cruzamos, y en mi alma han revivido las dulces emociones, los terribles martirios, todo lo que ha acabado por formar el idilio trágico en que tú y yo somos los protagonistas.

He vencido; he logrado oponerme a los efectos del tiempo; y en este instante, como en los que precedieron a tu traición, gozo el placer de mi infortunio, saboreo el deleite de mi desesperación.

Sin las tristezas del presente, ¿qué hubieran sido para mi aquellos días de inconsciente pasión?

Yo creo que te amo más, porque sé que no me amas.

Afligirme con el recuerdo de nuestro idilio, torturarme pensando en tus encantos para siempre perdidos, me proporciona un placer más vivo y más intenso que tus mismos besos; más delicias que la embriaguez que en mi carne producía el contacto con la aterciopelada piel de tus muslos, las vivientes plasticidades de tus senos, el nido voluptuoso de tu nuca, la curva imprevista de tu busto...

………………..

Nuestra unión, la unión de nuestra carne, fue la obra del acaso. Como los héroes de las leyendas wagnerianas, como Tristán, como Lohengrin, como Segismundo, la sola visión de tu belleza, inundó mi alma de deseos, y el dúo, el gran dúo del amor, comenzó entre nosotros apenas cruzadas las primeras palabras de trivial cortesía.

A los primeros momentos de exaltación, sucedió el horrible enervamiento que produce la duda; la depresión que emana, no del exceso de energías gastadas, sí que de ese estado especial de conciencia que nos manifiesta inferiores a nuestra dicha y nos inmola, por un raciocinio de la soberbia, a renunciar aquello cuya obtención humilla.

Tu amor se me antojaba una limosna y quise rechazarlo. Fue necesaria toda tu perversión de alma para que yo olvidase mis recelos y me aferrara a ti con todas mis ansias por tu carne, con todos mis deseos por tus gracias.

Para que todo en ti fuese adorable, tu amor es fecundo en dichas, aun después de muerto...

Con las insinuaciones de una hetaira, con la unción de una sacerdotisa afrodítica, me ofreciste tu cuerpo virgen colmado por Eros con los favores de las más secretas delicias... Un día, cumplida tu misión, sin duda, para conmigo, misterio que se oculta a los mortales, halléme solo y no creí en tu abandono.

Ha sido necesario que el tiempo transcurriera, que tú misma, con la inconsciencia de una iluminada, me lo aseguraras, para que yo supiera que ya no me perteneces, que a ti sólo me liga el torturador recuerdo del pasado, y que mientras yo, infeliz mortal, lloro y padezco, a ti, bestia hermosa de placer, nada te aflige.

¡Qué hermoso cuento de amor, vida mía!

T. ORTS RAMOS.


París, 1º de Junio de 1898.

Fragmenlo del libro próximo a publicarte, titulado «Eróticos y sentimentales.»

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