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Amado Nervo

"Una sombra"

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.1 in C major - 2: Andante
 
Una sombra
     

Todos los días pasaba frente a mis balcones, en uno de los automóviles— amarillo y azul— de la casa de Alba.

Como el calor tempranero entibiaba el aire y hacía lozanear las acacias, el coche iba abierto y la anciana parecía entregarse por entero a la caricia del calor, que es la alegría por excelencia de los viejos.

Más bien alta que mediana, blanca toda como una hostia, dentro de la negrura de su traje lleno de elegantes severidades; delgada, fina, aristocrática, hacía pensar aún, pasando por sobre los montones de nieve de los años, en aquella ideal figura de Winterhalter que todos conocéis...

Sí, era ella, era la emperatriz Eugenia, que ha estado en Madrid mucho tiempo, calentando su espíritu con los recuerdos...

Para los que no crean que la verdad es a veces inverosímil, allí está esa mujer, allí está esa reina... allí está esa sombra que se sobrevive», ese capítulo maravilloso de las Mil y una noches y que pasaba todos los días bajo mis balcones, sonriendo, sonriendo siempre, reclinada suavemente en el automóvil amarillo y azul.

 

Diz que una gitana en una montaña le di]o como en los cuentos:

— «Reina serás...»

Y fue emperatriz del más bello imperio, y en las Tullerías de ensueño, adonde ahora suele venir pensativa, durante los crepúsculos, mostró a la admiración del mundo su cuello de cisne y su cabeza rubia, portentosa de hermosura...

Cuando yo nací, ese imperio, el más brillante de la tierra, se desquebrajaba en Sedán. En mi casa había una estampa en que Napoleón y Eugenia atravesaban de la mano el suntuoso salón de las Tullerías.

Yo confundía esa estampa con las de los cuentos de hadas.

Y ahora, como casi al lado de la emperatriz... Nada más que el niño está ya muy lejos y la ideal figura que sola o rodeada de su corte pintó Winterhalter, la emperatriz de mi infancia, es una anciana enigmática, vestida de negro, sonriente, siempre sonriente, y silenciosa como el recuerdo...

 

Y mientras la contemplo a hurtadillas, un desfile de visiones atraviesa mi espíritu. El archiduque rubio, vencido, acribillado después por las balas republicanas; la archiduquesa Carlota, cabalgando en medio de los relámpagos por los despeñaderos de Maltrata y cayendo a poco, herida por la locura, en las doradas antecámaras del Vaticano; Napoleón, Eugenio Luis, el pobre príncipe imperial, abandonado por sus compañeros y muriendo trágicamente en Zululandia; el emperador, abrumado por la más tremenda catástrofe del siglo XIX, sucumbiendo en el extranjero, y después esta sombra, esta sombra que tiene algo de las Electras y las Ifigenias, esta sombra «alcéstica», esta sombra de Orestiada, errando por el mundo, sobreviviendo a la historia misma de la época...

¿No es verdad, amigos míos, que la realidad tiene páginas más prestigiosas que los cuentos? Ante ella, ¡qué podemos inventar los pobres poetas!...

La vara de ébano de los destinos humanos raya el aire y el milagro se realiza.

En todas las almas hay gérmenes de maravillas. ¡Ay de aquellas en las cuales estos gérmenes fructifican!

 

(Algunos. Crónicas varias. Biblioteca nueva. Madrid. 1920)

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