Amado Nervo en AlbaLearning

Amado Nervo

"Una mentira"

Capítulo 3

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78
 
Una mentira
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Cuando conoció Fernando a Blanca, era ésta casi una niña. Sus quince años llenos de embeleso, con aparentes delicadezas y fragilidades de florecita de estufa; su rostro de palidez incitante, en la que negreaban dos ojos estupendos y rojeaba la más fresca y traviesa boca; su pelo abundoso de un castaño bronceado; la languidez un poco enfermiza de sus movimientos cadenciosos; no sé qué hálito de simpatía, como todas las simpatías inexplicable, rindieron pronto el corazón de aquel hombre ya un poco maduro, que hasta entonces no había encontrado en la vida más que a la aventura y no pensaba encontrar ya al amor.

Fernando desempeñaba a la sazón en la patria de Blanca el puesto de Encargado de Negocios de su país, otra República hispanoamericana.

Diplomático de carrera, a los treinta y un años había ya recorrido innumerables Legaciones de Europa y América, desde los diez y ocho, edad en la que empezó como agregado a su Legación en París.

Blanca, cuyo espíritu curioso e infantil soñaba con viajes, con resplandecientes cortes, con palacios donde lucir el alabado embeleso de su naciente juventud, vio (y con ella sus padres) el cielo abierto merced a aquel matrimonio, que iba a redimirla de la pobreza y a poner un marco admirable a su vida de alondra ávida de luz...

Tres años después de casados, Fernando fue ascendido a Ministro plenipotenciario en España, con gran alborozo de ambos, pues si Blanca veía en perspectiva fiestas y esplendores (inusitados en la austera y un poco burguesa capital de su república), Fernando, descendiente como ella de españoles, enamorado lejano de cuanto admirable hay en el viejo solar, sentía una atracción profunda por Madrid, donde había estado ya como tercer Secretario de su Legación y había pasado horas inolvidables.

El matrimonio fue muy bien recibido: Él era un deportista consumado. Además, intelectual de verdad, gustaba de los estudios históricos y literarios, y algunos discretísimos trabajos enviados a la Real Academia de la calle de León habíanle valido el nombramiento de socio correspondiente. Su aspecto distinguido y abierto conquistaba desde luego las amistades. Su conversación amena, un poco irónica, sin malevolencia, le granjeaba en los salones complacidos auditorios.

En cuanto a Blanca, era elegante, era bella: tenía diez y ocho años al llegar a Madrid. Ciertamente no se necesitaba más..

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