No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.
No arrojes margaritas a los cerdos.
Desciende al nivel de tu interlocutor; para no humillarle o desorientarle.
Sé frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del Ensueño.
Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.
Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle en seguida un discreto signo de inteligencia...
Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea..., y dale la palabra del conjuro, el ¡sésamo, ábrete!, de la verdadera Libertad. |