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Amado Nervo

"La novia de Corinto"

Cuentos misteriosos

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
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Música: Debussy - Reflets dans l'eau
 
La novia de Corinto
     

Había en Grecia, en Corinto, cierta familia compuesta del padre, la madre y una hija de diez y ocho años.

La hija murió. Pasaron los meses y habían transcurrido ya seis, cuando un mancebo, amigo de los padres, fue a habitar por breves días la casa de éstos.

Diósele una habitación relativamente separada de las otras, y cierta noche llamó con discreción a su puerta una joven de rara belleza.

El mancebo no la conocía; pero seducido por la hermosura de la doncella, se guardó muy bien de hacerle impertinentes preguntas.

Un amor delicioso nació de aquella primera entrevista, un amor en que el mancebo saboreaba no sé qué sensación extraña, de hondura, de misterio, mezclados con un poco de angustia...

La joven le ofreció la sortija que llevaba en uno de sus marfileños y largos dedos.

El la correspondió con otra...

Muchas cosas ingenuas y suaves brotaron de los labios de los dos.

En la Amada había un tenue resplandor de melancolía y una como seriedad prematura.

En sus ternuras ponía ella no sé qué de definitivo.

A veces parecía distraída, absorta, y de una frialdad repentina.

En sus facciones, aun con el amor, alternaban serenidades marmóreas.

Pasaron bastante tiempo juntos.

Ella consintió en compartir algunos manjares de que él gustaba.

Por fin se despidió, prometiendo volver la noche siguiente, y fuese con cierto ritmo lento y augusto en el andar...

*

Pero alguien se había percatado, con infinito asombro, de su presencia en la habitación del huésped: este alguien era la nodriza de la joven; nodriza que hacía seis meses había ido a enterrarla en el cercano cementerio.

Conmovida hasta los huesos, echó a correr en busca de los padres y les reveló que su hija había vuelto a la vida.

—¡Yo la he visto!—exclamó.

Los padres de la muerta no quisieron dar crédito a la nodriza; mas para tranquilizar a la pobre vieja, la madre prometió acompañarla a fin de ver la aparición.

Sólo que aún no amanecía. El mancebo, a cuya puerta se asomaron de puntillas, parecía dormir.

Interrogado al día siguiente, confesó que, en efecto, había recibido la visita de una joven, y mostró el anillo que ella le había dado en cambio del suyo.

Este anillo fue reconocido por los padres. Era el mismo que la muerta se había llevado en su dedo glacial. Con él la habían enterrado hacía seis meses.

—Seguramente — dijeron — el cadáver de nuestra hija ha sido despojado por los ladrones.

Mas como ella había prometido volver a la siguiente noche, resolvieron aguardarla y presenciar la escena.

La joven volvió, en efecto... volvió con su extraño ambiente de enigma...

El padre y la madre fueron prevenidos secretamente, y al acudir reconocieron a su hija fenecida.

Ella, no obstante, permanecía fría ante sus caricias.

Más aún, les hizo reproches por haber ido a turbar su idilio.

—Me han sido concedidos—les dijo—tres días solamente para pasarlos con el joven extranjero, en esta casa donde nací... Ahora tendré que dirigirme al sitio que me está designado.

Dicho esto, cayó rígida, y su cuerpo quedó allí visible para todos.

Fue abierta la tumba de la doncella, y en medio del mayor desconcierto de los espíritus... se la encontró vacía de cadáver; sólo la sortija ofrecida al mancebo reposaba sobre el ataúd.

El cuerpo—dice la historia—fue trasladado como el de un vampiro, y enterrado fuera de los muros de la ciudad, con toda clase de ceremonias y sacrificios.

*

Esta narración es muy vieja y ha corrido de boca en boca entre gentes de las cuales ya no queda ni el polvo.

La señora Croide la recogió, como una florecita de misterio, en su libro The Night Side of Nature.

Confieso que a mí me deja un perfume de penetrante poesía en el alma.

Vampirismo... ¡no! Suprimamos esta palabra fúnebremente agresiva, e inclinémonos ante el arcano, ante lo incomprensible de una vida de doncella que no se sentía completa más allá de la tumba.

Pensemos con cierta íntima ternura en esa virgen que vino de las riberas astrales a buscar a un hombre elegido y a cambiar con él el anillo de bodas...

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