Amado Nervo en AlbaLearning

Amado Nervo

"El diamante de la inquietud"

Capítulo 10

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
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Música: Brahms, Violin Sonata No. 1 - Op. 78
 
El diamante de la inquietud
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-Ese juramento es una niñería -exclamé-. No te obliga en absoluto... Egoísmo de moribundo a quien se miente por piedad; promesa de la que no debe hacerse el menor caso. Él ya desapareció. «On ne peut pas vivre avec les morts»: No se puede vivir con los muertos, dice el proverbio francés.

-¿Que sabes tú? -me respondió con voz temerosa y con una extraña vehemencia- ¿Qué sabes tú?... ¡Los muertos se empeñan a veces en seguir viviendo con nosotros!

-¿Qué quieres decir?

-Es muy sencillo: «que no se van. Hay algunos que se quedan». Escucha -añadió-: cuando te conocí, aquella tarde, sentí por ti una de esas simpatías súbitas, inexplicables, que nos hacen pensar a veces en que ya hemos vivido antes de esta vida... Comprendí que iba a quererte con toda mi alma, que iba a amar por segunda vez, y tuve miedo... El muerto, asomado perpetuamente a mi existencia, ¿qué pensaría de mi infidelidad?... ¡El muerto! Te aseguro que desde que «él» se volvió invisible, lo siento con mayor intensidad a mi lado; y desde que me casé contigo, más aún. En todo rumor, en el viento que pasa, en los silbos lejanos de las máquinas, en el choque de los cristales de las copas y los vasos, ¡hasta en el crujir misterioso de los muebles advierto que hay tonos e inflexiones de reproche! Y me miran con reproche las estrellas y viene cargado de reproches el rayo de luna; y el filo de agua que corre, y las ondas del mar que se desparraman ondulando por la arena, se quejan de mi inconstancia, ¡dando voz al alma del desaparecido! Tienes en él un rival implacable...

Mucho vacilé, mucho luché para no amarte; pero en esa misma lucha había ya amor... Tenía que realizar mi nueva fatalidad. Tú eras más fuerte que yo y me venciste... Pero a mi amor se mezclaba una angustia muy grande: te quería, te quiero aún con remordimiento...

Recuerdo que una noche, sobre todo, mi congoja fue tal, los reproches interiores que el muerto parecía hacerme tan amargos, que llena de desolación y al propio tiempo de ternura por aquel amor a mí, que se empeñaba en sobrevivir a la tumba, le renové mi promesa con toda la energía de mi voluntad.

-Aunque me case con él -le dije-, te juro de nuevo que un día le dejaré para entregarme en un convento a Dios y a ti solo, para pensar en ti y orar por ti como tú querías... Mi cuerpo, en suma, ¡qué te importa! Ya no puedes poseerlo. ¡Déjaselo a él; pero mi alma seguirá siendo tuya!

(Me perdonas, verdad, amor mío; en realidad mi alma es de los dos; está dividida... ¡No te enojes! No es culpa mía; tú dirás de la mitad de mi corazón, pero su mano de sombra tira de la otra mitad y la pobre entraña sangra..., sangra...)

Aquella noche, después de la renovación de mi promesa, me sentí repentinamente tranquila, sosegada, ecuánime, como si «él» aceptase el pacto. Dormí bien después de muchas vigilias de inquietud... Pero poco a poco fui advirtiendo que a ti te amaba también, que no sólo mi cuerpo, sino la mitad de mi alma iba a ser tuya, o mejor dicho, que toda mi alma iba a ser tuya..., sin dejar de ser del muerto y sin que en esto hubiese contradicción, amor mío, porque os adoro a los dos, sólo que de distinto modo, y porque bien mirado él en suma ya no es un hombre, ¿verdad? Es algo que no se puede ni definir ni comprender; ¿es un pensamiento o un haz de pensamientos? ¿Es una voluntad? Me embrollo, amor mío... Pero es el caso que a él no le place que le quiera así, no me tolera que comparta con nadie el amor que exige exclusivo; y la prueba es que, desde que te quiero, siento ese remordimiento roedor que me atormenta hasta volverme loca... Sobre todo al llegar la noche... Durante el día, él parece dormitar..., parece alejarse, parece tolerar que yo te quiera, pero la noche es su dominio. Está de acuerdo con la oscuridad. Las tinieblas deben darle una fuerza diariamente renovada. ¡Quizá encarna en la sombra misma! Y sus reproches insistentes, acaban por ser intolerables...

Yo, pobre de mí, refugiome en tus brazos, o febril, me escapo del lecho y voy a buscar un poco de aire puro, de paz y de silencio a la ventana.

Ayúdame tú a luchar con él, bien mío; ¡no quiero dejarte! Ahora siento que te amo más que nunca. Sé fuerte contra él, como Jacob lo fue contra el espíritu con quien luchó por el espacio de una noche... ¡Sálvate y sálvame!

*  *  *

Era tan patético, tan desesperado el acento de Ana María, que yo, amigo, aunque soy muy señor de mí mismo, me eché a llorar en sus brazos...

El amigo.- Ya pareció aquello, so sentimental.

Yo.- ¡Todos los fuertes lloran! Tenlo presente. Lloré, pues, y pagado el tributo al corazón, la voluntad acerada, dije con firmeza:

-No temas, Ana María, yo te adoro y lucharé con esa sombra. De sus brazos y de su influjo misterioso he de arrancarte. Como Orfeo, iría al propio Hades a arrebatar a mi Eurídice del poder de Plutón y con ella en mis brazos tendría el heroísmo de no mirar hacia atrás... Pero es preciso que tú te resuelvas a quebrantar ese juramento absurdo.

-No puedo -gimió la infeliz escondiendo su cabecita entre mis brazos...- ¡De veras que no puedo!

-¡Tienes que poder!

-¡Imposible! ¡Siento que me agitaría inútilmente entre las garras invisibles! ¡Ay de mí, y cómo aprietan!

*  *  *

Era preciso salvarla de la locura, a pesar suyo. Había que intentar el combate con aquella sombra, el duelo a muerte..., y no perdí el tiempo. Al día siguiente fui a buscar a uno de los más celebrados especialistas en enfermedades nerviosas, en psicosis raras y tenaces. La examinó y...

El amigo.- No me lo digas: la recetó ejercicio moderado al aire libre, reconstituyentes, baños templados, distracciones, viajes...

Yo.- Eso es...

El amigo.- Pobres médicos, ¿verdad? ¡Y pobres de nosotros que tenemos que consultarles!

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