Amado Nervo en AlbaLearning

Amado Nervo

"Amnesia"

Capítulo 5

Biografía de Amado Nervo en AlbaLearning

 
 
[ Descargar archivo mp3 ]
 
Música: Debussy - Reflets dans l'eau
 
Amnesia
<<< 5 >>>
     

Muchos días apacibles, radiosos, transcurrieron sin que el «fenómeno» volviera a producirse; pero una tarde, en Roma, a la sazón que desembocábamos en la plaza de San Pedro, ante la Basílica y las imponentes columnatas del Bernino, Blanca se repegó contra mí y con un acento de verdadera angustia y desolación me dijo:

-¡Pablo, yo ya he visto esto, seguramente contigo!

Y palideció horriblemente.

-No, hija mía; te he explicado de sobra en qué consiste tu ilusión...

-Pablo, no es ilusión; yo he visto esto... yo he estado aquí.

Y después de un momento de estupor:

-¡Quién soy yo, Pablo! Tengo mucho miedo... ¡Quién soy yo!

No quise ya dar un paso más, y, desolado, hube de llevarla a nuestro coche que nos aguardaba cerca, y regresé con ella al hotel.

Después de aquel relámpago de lucidez, quedose entontecida, muda, absorta y no pronunció una palabra más.

Temblaba de frío. Con ayuda de la doncella la metí en su cama, la arropé bien, pedí un cordial, que no logró reanimarla, y me senté tristemente al lado de su lecho, sumergido en tristes reflexiones.

¿Qué debía yo desear?

En mi egoísmo, casi me hubiera alegrado de que aquellos comienzos de lozanía remitiesen, y con la debilidad y la anterior languidez, mi Blanca siguiese existiendo y no asomara, entre relámpagos de horrible lucidez, la Luisa torturadora, junto a la cual mi vida había sido pasión perpetua...

El dilema era pavoroso: o con la salud tornaba «la otra», o con la amnesia y la progresiva languidez, mi Blanca iría consumiéndose.

¿Pero acaso no era mejor esto que su desvanecimiento irremediable para ceder su puesto a Luisa?

A lo menos ahora moría amándome, dejándome el más santo y perfumado recuerdo, mientras que de la otra suerte la sustituiría lentamente la torva mujer que había hecho mi desgracia, y su perversidad acabaría acaso por empañar la sublime imagen del ángel que embelesaba mis días.

Después de una hora larga de tortura interior al borde del lecho en que Blanca dormía con sueño intranquilo, sacudida de vez en cuando por ligeros estremecimientos nerviosos, una doliente y rendida resignación fue invadiendo mi espíritu.

En suma, Él sabe bien lo que hace: para acrisolarme quiso que encontrara y amara yo a Luisa; pero como hasta en lo que parece más inexorable de sus decretos hay (¡es Padre al fin!) un fondo de piedad, habíame otorgado a raíz de un accidente que parecía mortal de necesidad, la merced incomparable de una mujer angélica, surgida milagrosamente de la otra.

Así el ser que más mal me había hecho, hacíame ahora el máximo bien. Las caricias que la hosquedad de Luisa me negara, Blanca me las restituía santamente...

Si Él estimaba en su inescrutable justicia distributiva, que mi paga había sido por ahora bastante y que era preciso ofrecer nuevo tributo al dolor, ¡que se cumpliese su voluntad divina!

Deus dedit, Deus abstulit.

Y recordaba las admirables palabras de Epícteto:

«En cualquier accidente que te acaezca, no digas nunca: “He perdido tal o cual objeto”; di más bien: “Lo he devuelto”. ¿Acaba de morir tu hijo?: “Fue devuelto”. ¿Ha muerto tu mujer?: “Fue devuelta”. “Me han despojado de mi herencia”, dices. Pues bien; tu herencia también ha sido devuelta. “Pero el que me ha despojado es un mal hombre”. ¿Y qué te importan las manos por las cuales tu heredad vuelve a Aquél de quien tú la tenías y que la reclama? Mientras que te la confía, mírala como bien de otro y ten cuidado de ella como los viajeros tienen cuidado de la fonda en que se alojan».

Inicio
<<< 5 >>>
  Índice Obra  
 

Índice del Autor

Cuentos y Novelas de Amor

Misterio y Terror