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"Pensar el mundo"

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Pensar el mundo

Apuntes, parábolas, proverbios y cantares

Pensar el mundo es como hacerlo nuevo
de la sombra o la nada, desustanciado y frío.
Bueno es pensar, decolorar el huevo
universal, sorberlo hasta el vacío.
Pensar: borrar primero y dibujar después,
y quien borrar no sabe camina en cuatro pies.
Una neblina opaca confunde toda cosa:
el monte, el mar, el pino, el pájaro, la rosa.
Pitágoras alarga a Cartesius la mano.
Es la extensión sustancia del universo humano.
Y sobre el lienzo blanco o la pizarra obscura
se pinta, en blanco o negro, la cifra o la figura.
Yo pienso. (Un hombre arroja una traiña al mar
y la saca vacía; no ha logrado pescar.)
«No tiene el pensamiento traiñas sino amarras;
los cosas obedecen al peso de las garras»,
exclama, y luego dice: «Aunque las presas son,
lo mismo que las garras, pura figuración».
Sobre la blanca arena, aparece un caimán
que muerde ahincadamente en el bronce de Kant.
Tus formas, tus principios y tus categorías,
redes que el mar escupe, enjutas y vacías.
Kratilo ha sonreído y arrugado Zenón
el ceño, adivinando a M. de Bergsón.
Puedes coger cenizas del fuego heraclitano,
mas no apuñar la onda que fluye, con tu mano.
Vuestras rotortas, sabios, sólo destilan heces.
¡Oh machacad zurrapas en vuestros almireces!
Medir las vivas aguas del mundo... ¡desvarío!
Entre las dos agujas de tu compás va el río.
La realidá es la vida, fugaz, funambulesca,
el cigarrón voltario, el pez que nadie pesca.
Si quieres saber algo del mar, vuelve otra vez,
un poco pescador y un tanto pez.
En la barra del puerto bate la marejada,
y todo el mar resuena como una carcajada.
Sobre la limpia arena, en el tartesio llano
por donde acaba España y sigue el mar,
hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano;
uno duerme, y el otro parece meditar.
El uno, en la mañana de tibia primavera,
junto a la mar tranquila,
ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera,
los párpados, que borran el mar en la pupila.
Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo,
que sabe los robaños del marino guardar;
y sueña que le llaman las hijas de Nereo,
y ha oído los caballos de Poseidón hablar.
El otro mira al agua. Su pensamiento flota;
hijo del mar, navega — o se pone a volar.
Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota,
que ha visto un pez de plata en el agua saltar.
Y piensa: «Es esta vida una ilusión marina
de un pescador que un día ya no puede pescar.»
El soñador ha visto que el mar se le ilumina,
y sueña que es la muerte una ilusión del mar.

Antonio Machado
Caras y caretas (Buenos Aires). 12-1-1918, n.º 1.006

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