En un barrio mal afamado de Jafa, cierto discípulo anónimo de Jesús disputaba con las cortesanas.
-La Magdalena se ha enamorado del rabí -dijo una.
-Su amor es divino -replicó el hombre.
-¿Divino?… ¿Me negarás que adora sus cabellos blondos, sus ojos profundos, su sangre real, su saber misterioso, su dominio sobre las gentes; su belleza, en fin?
-No cabe duda; pero lo ama sin esperanza, y por esto es divino su amor.
De Filosofícula, 1924 |