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H.P. LOVECRAFT

"El grito del muerto - The scream of the dead"

Herbert West: Reanimator

Biografía de Howard Phillips Lovecraft en Wikipedia 
EL GRITO DEL MUERTO ESPAÑOLAUDIO 
THE SCREAM OF THE DEAD English text
 
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EL GRITO DEL MUERTO ESPAÑOL
THE SCREAM OF THE DEAD English text
El grito de un muerto fue lo que me hizo concebir aquel intenso horror hacia el doctor Herbert West, horror que enturbió los últimos años de nuestra vida en común. Es natural que una cosa como el grito de un muerto produzca horror, ya que, evidentemente, no se trata de un suceso agradable ni ordinario. Pero yo estaba acostumbrado a esta clase de experiencias; por tanto, lo que me afectó en esa ocasión fue cierta circunstancia especial. Quiero decir, que no fue el muerto lo que me asustó.    The scream of a dead man gave to me that acute and added horror of Dr. Herbert West which harassed the latter years of our companionship. It is natural that such a thing as a dead man's scream should give horror, for it is obviously, not a pleasing or ordinary occurrence; but I was used to similar experiences, hence suffered on this occasion only because of a particular circumstance. And, as I have implied, it was not of the dead man himself that I became afraid.  
Herbert West, de quien era yo compañero y ayudante, poseía intereses científicos muy alejados de la rutina habitual de un médico de pueblo. Esa era la razón por la que, al establecer su consulta en Bolton, había elegido una casa próxima al cementerio. Dicho brevemente y sin paliativos, el único interés absorbente de West consistía en el estudio secreto de los fenómenos de la vida y de su culminación, encaminados a reanimar a los muertos inyectándoles una solución estimulante. Para llevar a cabo estos macabros experimentos era preciso estar constantemente abastecidos de cadáveres humanos muy frescos; porque aún la más mínima descomposición daña la estructura del cerebro y humanos, y descubrimos que el preparado necesitaba una composición específica, según los diferentes tipos de organismos. Matamos docenas de conejos y cobayas para tratarlos, pero este camino no nos llevó a ninguna parte. West nunca había conseguido plenamente su objetivo porque nunca había podido disponer de un cadáver suficientemente fresco. Necesitaba cuerpos cuya vitalidad hubiera cesado muy poco antes; cuerpos con todas las células intactas, capaces de recibir nuevamente el impulso hacia esa forma de movimiento llamado vida. Había esperanzas de volver perpetua esta segunda vida artificial mediante repetidas inyecciones; pero habíamos averiguado que una vida natural ordinaria no respondía a la acción. Para infundir movimiento artificial, debía quedar extinguida la vida nocturna: los ejemplares debían ser muy frescos, pero estar auténticamente muertos.    Herbert West, whose associate and assistant I was, possessed scientific interests far beyond the usual routine of a village physician. That was why, when establishing his practice in Bolton, he had chosen an isolated house near the potter's field. Briefly and brutally stated, West's sole absorbing interest was a secret study of the phenomena of life and its cessation, leading toward the reanimation of the dead through injections of an excitant solution. For this ghastly experimenting it was necessary to have a constant supply of very fresh human bodies; very fresh because even the least decay hopelessly damaged the brain structure, and human because we found that the solution had to be compounded differently for different types of organisms. Scores of rabbits and guinea-pigs had been killed and treated, but their trail was a blind one. West had never fully succeeded because he had never been able to secure a corpse sufficiently fresh. What he wanted were bodies from which vitality had only just departed; bodies with every cell intact and capable of receiving again the impulse toward that mode of motion called life. There was hope that this second and artificial life might be made perpetual by repetitions of the injection, but we had learned that an ordinary natural life would not respond to the action. To establish the artificial motion, natural life must be extinct -- the specimens must be very fresh, but genuinely dead.  
Habíamos empezado West y yo la pavorosa investigación siendo estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Miskatonic, de Arkham, profundamente convencidos desde un principio del carácter absolutamente mecanicista de la vida. Eso fue siete años antes; sin embargo, él no parecía haber envejecido ni un día: era bajo, rubio de cara afeitada, voz suave, y con gafas; a veces había algún destello en sus fríos ojos azules que delataba el duro y creciente fanatismo de su caracter, efecto de sus terribles investigaciones. Nuestras experiencias habían sido a menudo espantosas en extremo, debidas a una reanimación defectuosa, al galvanizar aquellos grumos de barro de cementerio en un movimiento morboso, insensato y anormal, merced a diversas modificaciones de la solución vital.    The awesome quest had begun when West and I were students at the Miskatonic University Medical School in Arkham, vividly conscious for the first time of the thoroughly mechanical nature of life. That was seven years before, but West looked scarcely a day older now -- he was small, blond, clean-shaven, soft-voiced, and spectacled, with only an occasional flash of a cold blue eye to tell of the hardening and growing fanaticism of his character under the pressure of his terrible investigations. Our experiences had often been hideous in the extreme; the results of defective reanimation, when lumps of graveyard clay had been galvanised into morbid, unnatural, and brainless motion by various modifications of the vital solution.  
Uno de los ejemplares había proferido un alarido escalofriante; otro, se había levantado, violentamente, nos había derribado dejándonos inconscientes, y había huido enloquecido, antes de que lograran cogerle y encerrarlo tras los barrotes del manicomio; y un tercero, una monstruosidad nauseabunda y africana, había surgido de su poco profunda sepultura y había cometido una atrocidad... West había tenido que matarlo a tiros. No podíamos conseguir cadáveres lo bastante frescos como para que manifestasen algún vestigio de inteligencia al ser reanimados, de modo que forzosamente creábamos horrores indecibles. Era inquietante, pensar que uno de nuestros monstruos, o quizá dos, aun vivían... tal pensamiento nos estuvo atormentando de manera vaga, hasta que finalmente West desapareció en circunstancias espantosas.Pero en la época del alarido en el laboratorio del sótano de la aislada casa de Bolton, nuestros temores estaban subordinados a la ansiedad por conseguir ejemplares extremadamente frescos. West se mostraba más ávido que yo, de forma que casi me parecía que miraba con codicia el físico de cualquier persona viva y saludable.   One thing had uttered a nerve-shattering scream; another had risen violently, beaten us both to unconsciousness, and run amuck in a shocking way before it could be placed behind asylum bars; still another, a loathsome African monstrosity, had clawed out of its shallow grave and done a deed -- West had had to shoot that object. We could not get bodies fresh enough to shew any trace of reason when reanimated, so had perforce created nameless horrors. It was disturbing to think that one, perhaps two, of our monsters still lived -- that thought haunted us shadowingly, till finally West disappeared under frightful circumstances. But at the time of the scream in the cellar laboratory of the isolated Bolton cottage, our fears were subordinate to our anxiety for extremely fresh specimens. West was more avid than I, so that it almost seemed to me that he looked half-covetously at any very healthy living physique.  
Fue en julio de 1910 cuando empezó a mejorar nuestra suerte en lo que a ejemplares se refiere. Yo me había ido a Illinois a hacerle una larga visita a mis padres, y a mi regreso encontré a West en un estado de singular euforia. Me dijo excitado que casi con toda probabilidad había resuelto el problema de la frescura de los cadáveres abordándolo desde un ángulo enteramente distinto: el de la preservación artificial. Yo sabía que trabajaba en un preparado nuevo sumamente original, así que no me sorprendió que hubiera dado resultado; pero hasta que me hubo explicado los detalles, me tuvo un poco perplejo sobre cómo podía ayudarnos dicho preparado en nuestro trabajo, ya que el enojoso deterioro de los ejemplares se debía ante todo al tiempo transcurrido hasta que caían en nuestras manos. Esto lo había visto claramente West, según me daba cuenta ahora, al crear un compuesto embalsamador para uso futuro, más que inmediato, por si el destino le proporcionaba un cadáver muy reciente y sin enterrar, como nos había ocurrido años antes, con el negro aquel de Bolton, tras el combate de boxeo. Por último, el destino se nos mostró propicio, de forma que en esta ocasión conseguimos tener en el laboratorio secreto del sótano un cadáver cuya corrupción no había tenido posibilidad de empezar aun. West no se atrevía a predecir que sucedería en el momento de la reanimación, ni si podíamos esperar una revivificación de la mente y la razón. El experimento marcaría un hito en nuestros estudios, por lo que había conservado este nuevo cuerpo hasta mi regreso, a fin de que compartiésemos los dos el resultado de la forma acostumbrada.     It was in July, 1910, that the bad luck regarding specimens began to turn. I had been on a long visit to my parents in Illinois, and upon my return found West in a state of singular elation. He had, he told me excitedly, in all likelihood solved the problem of freshness through an approach from an entirely new angle -- that of artificial preservation. I had known that he was working on a new and highly unusual embalming compound, and was not surprised that it had turned out well; but until he explained the details I was rather puzzled as to how such a compound could help in our work, since the objectionable staleness of the specimens was largely due to delay occurring before we secured them. This, I now saw, West had clearly recognised; creating his embalming compound for future rather than immediate use, and trusting to fate to supply again some very recent and unburied corpse, as it had years before when we obtained the negro killed in the Bolton prize-fight. At last fate had been kind, so that on this occasion there lay in the secret cellar laboratory a corpse whose decay could not by any possibility have begun. What would happen on reanimation, and whether we could hope for a revival of mind and reason, West did not venture to predict. The experiment would be a landmark in our studies, and he had saved the new body for my return, so that both might share the spectacle in accustomed fashion.  
West me contó cómo había conseguido el ejemplar. Había sido un hombre vigoroso; un extranjero bien vestido que se acababa de apear al tren, y que se dirigía a las Fabricas Textiles de Bolton a resolver unos asuntos. Había dado un largo paseo por el pueblo, y al detenerse en nuestra casa a preguntar el camino de las fábricas, había sufrido un ataque al corazón. Se negó a tomar un cordial, y cayo súbitamente muerto, un momento después. Como era de esperar, el cadáver le pareció a West como llovido del cielo. En su breve conversación, el forastero le había explicado que no conocía a nadie en Bolton; y tras registrarle los bolsillos después, averiguó que se trataba de un tal Robert Leavitt, de St. Louis, al parecer sin familia que pudiera hacer averiguaciones sobre su desaparición. Si no conseguía devolverlo a la vida, nadie se enteraría de nuestro experimento. Solíamos enterrar los despojos en una espesa franja de bosque que había entre nuestra casa y el cementerio de enterramientos anónimos. En cambio, si teníamos éxito, nuestra fama quedaría brillante y perpetuamente establecida. De modo que West había inyectado sin demora, en la muñeca del cadáver, el preparado que le mantendría fresco hasta mi llegada. La posible debilidad del corazón, que a mi juicio haría peligrar el éxito de nuestro experimento, no parecía preocupar demasiado a West. Esperaba conseguir al fin lo que no había logrado hasta ahora: reavivar la chispa de la razón y devolverle la vida, quizá, a una criatura normal.   West told me how he had obtained the specimen. It had been a vigorous man; a well-dressed stranger just off the train on his way to transact some business with the Bolton Worsted Mills. The walk through the town had been long, and by the time the traveller paused at our cottage to ask the way to the factories, his heart had become greatly overtaxed. He had refused a stimulant, and had suddenly dropped dead only a moment later. The body, as might be expected, seemed to West a heaven-sent gift. In his brief conversation the stranger had made it clear that he was unknown in Bolton, and a search of his pockets subsequently revealed him to be one Robert Leavitt of St. Louis, apparently without a family to make instant inquiries about his disappearance. If this man could not be restored to life, no one would know of our experiment. We buried our materials in a dense strip of woods between the house and the potter's field. If, on the other hand, he could be restored, our fame would be brilliantly and perpetually established. So without delay West had injected into the body's wrist the compound which would hold it fresh for use after my arrival. The matter of the presumably weak heart, which to my mind imperilled the success of our experiment, did not appear to trouble West extensively. He hoped at last to obtain what he had never obtained before -- a rekindled spark of reason and perhaps a normal, living creature.  
De modo que la noche del 18 de julio de 1910; Herbert West y yo nos encontrábamos en el laboratorio del sótano, contemplando la figura blanca e inmóvil bajo la luz cegadora de la lámpara. El compuesto embalsamador había dado un resultado extraordinariamente positivo; pues al comprobar fascinado el cuerpo robusto que llevaba dos semanas sin que sobreviniese la rigidez, pedí a West que me diese garantías de que estaba verdaderamente muerto. Me las dio en el acto, recordándome que jamás administrábamos la solución reanimadora sin una serie de pruebas minuciosas para comprobar que no había vida; ya que en caso de subsistir el menor vestigio de vitalidad original no tendría ningún efecto. Cuando West se puso a hacer todos los preparativos, me quedé impresionado ante la enorme complejidad del nuevo experimento; era tanta, que no quiso confiar el trabajo a otras manos que las suyas. Y tras prohibirme tocar siquiera el cuerpo, inyectó primero una droga en la muñeca, cerca del sitio donde había pinchado para inyectarle el compuesto embalsamador. Ésta, dijo, neutralizaría el compuesto y liberaría los sistemas sumiéndolos en una relajación normal, de forma que la solución reanimadora pudiese actuar libremente al ser inyectada. Poco después, cuando se observó un cambio, y un leve temblor pareció afectar los miembros muertos, West colocó sobre la cara espasmódica una especie de almohada, la apretó violentamente y no la retiró hasta que el cadáver se quedó absolutamente inmóvil y listo para nuestro intento de reanimación. Él, pálido y entusiasta se dedicó ahora a efectuar unas cuantas pruebas finales y someras para comprobar la absoluta carencia de vida, se aparto satisfecho y, finalmente inyectó en el brazo izquierdo una dosis meticulosamente medida del elixir vital, preparado durante la tarde con más minuciosidad que nunca, desde nuestros tiempos universitarios, en que nuestras hazañas eran nuevas e inseguras. No me es posible describir la tremenda e intensa incertidumbre con que esperamos los resultados de este primer ejemplar auténticamente fresco: el primero del que podíamos esperar razonablemente que abriese los labios y nos contase quizá, con voz inteligente, lo que había visto al otro lado del insondable abismo.     So on the night of July 18, 1910, Herbert West and I stood in the cellar laboratory and gazed at a white, silent figure beneath the dazzling arc-light. The embalming compound had worked uncannily well, for as I stared fascinatedly at the sturdy frame which had lain two weeks without stiffening, I was moved to seek West's assurance that the thing was really dead. This assurance he gave readily enough; reminding me that the reanimating solution was never used without careful tests as to life, since it could have no effect if any of the original vitality were present. As West proceeded to take preliminary steps, I was impressed by the vast intricacy of the new experiment; an intricacy so vast that he could trust no hand less delicate than his own. Forbidding me to touch the body, he first injected a drug in the wrist just beside the place his needle had punctured when injecting the embalming compound. This, he said, was to neutralise the compound and release the system to a normal relaxation so that the reanimating solution might freely work when injected. Slightly later, when a change and a gentle tremor seemed to affect the dead limbs; West stuffed a pillow-like object violently over the twitching face, not withdrawing it until the corpse appeared quiet and ready for our attempt at reanimation. The pale enthusiast now applied some last perfunctory tests for absolute lifelessness, withdrew satisfied, and finally injected into the left arm an accurately measured amount of the vital elixir, prepared during the afternoon with a greater care than we had used since college days, when our feats were new and groping. I cannot express the wild, breathless suspense with which we waited for results on this first really fresh specimen -- the first we could reasonably expect to open its lips in rational speech, perhaps to tell of what it had seen beyond the unfathomable abyss.  
West era materialista, no creía en el alma, y atribuía toda función de la conciencia a fenómenos corporales; por consiguiente, no esperaba ninguna revelación sobre espantosos secretos de abismos y cavernas más allá de la barrera de la muerte. Yo no disentía completamente de su teoría, aunque conservaba vagos e instintivos vestigios de la primitiva fe de mis antecesores; de modo que no podía dejar de observar el cadáver con cierto temor y terrible expectación. Además... no podía borrar de mi memoria aquel grito espantoso e inhumano que oímos la noche en que intentamos nuestro primer experimento en la deshabitada granja de Arkham.    West was a materialist, believing in no soul and attributing all the working of consciousness to bodily phenomena; consequently he looked for no revelation of hideous secrets from gulfs and caverns beyond death's barrier. I did not wholly disagree with him theoretically, yet held vague instinctive remnants of the primitive faith of my forefathers; so that I could not help eyeing the corpse with a certain amount of awe and terrible expectation. Besides -- I could not extract from my memory that hideous, inhuman shriek we heard on the night we tried our first experiment in the deserted farmhouse at Arkham.  
Había transcurrido muy poco tiempo, cuando observé que el ensayo no iba a ser un fracaso total. Sus mejillas, hasta ahora blancas como la pared, habían adquirido un levísimo color, que luego se extendió bajo la barba incipiente, curiosamente amplia y arenosa. West, que tenía la mano puesta en el pulso de la muñeca izquierda del ejemplar, asintió de pronto significativamente; y casi de manera simultánea, apareció un vaho en el espejo inclinado sobre la boca del cadáver. Siguieron unos cuantos movimientos musculares espasmódicos; y a continuación una respiración audible y un movimiento visible del pecho. Observe los párpados cerrados, y me pareció percibir un temblor. Después, se abrieron y mostraron unos ojos grises, serenos y vivos, aunque todavía sin inteligencia, ni siquiera curiosidad.   Very little time had elapsed before I saw the attempt was not to be a total failure. A touch of colour came to cheeks hitherto chalk-white, and spread out under the curiously ample stubble of sandy beard. West, who had his hand on the pulse of the left wrist, suddenly nodded significantly; and almost simultaneously a mist appeared on the mirror inclined above the body's mouth. There followed a few spasmodic muscular motions, and then an audible breathing and visible motion of the chest. I looked at the closed eyelids, and thought I detected a quivering. Then the lids opened, shewing eyes which were grey, calm, and alive, but still unintelligent and not even curious.  
Movido por una fantástica ocurrencia, susurre unas preguntas en la oreja cada vez más colorada; unas preguntas sobre otros mundos cuyo recuerdo aun podía estar presente. Era el terror lo que las extraía de mi mente; pero creo que la última que repetí, fue: "¿Dónde has estado?". Aún no sé si me contestó o no, ya que no brotó ningún sonido de su bien formada boca; lo que sí recuerdo es que en aquel instante creí firmemente que los labios delgados se movieron ligeramente, formando sílabas que yo habría vocalizado como "sólo ahora", si la frase hubiese tenido sentido o relación con lo que le preguntaba. En aquel instante me sentí lleno de alegría, convencido de que habíamos alcanzado el gran objetivo y que, por primera vez, un cuerpo reanimado había pronunciado palabras movido claramente por la verdadera razón. Un segundo después, ya no cupo ninguna duda sobre el éxito, ninguna duda de que la solución había cumplido cabalmente su función, al menos de manera transitoria, devolviéndole al muerto una vida racional y articulada... Pero con ese triunfo me invadió el más grande de los terrores... no a causa del ser que había hablado, sino por la acción que había presenciado, y por el hombre a quien me unían las vicisitudes profesionales.   In a moment of fantastic whim I whispered questions to the reddening ears; questions of other worlds of which the memory might still be present. Subsequent terror drove them from my mind, but I think the last one, which I repeated, was: "Where have you been?" I do not yet know whether I was answered or not, for no sound came from the well-shaped mouth; but I do know that at that moment I firmly thought the thin lips moved silently, forming syllables which I would have vocalised as "only now" if that phrase had possessed any sense or relevancy. At that moment, as I say, I was elated with the conviction that the one great goal had been attained; and that for the first time a reanimated corpse had uttered distinct words impelled by actual reason. In the next moment there was no doubt about the triumph; no doubt that the solution had truly accomplished, at least temporarily, its full mission of restoring rational and articulate life to the dead. But in that triumph there came to me the greatest of all horrors -- not horror of the thing that spoke, but of the deed that I had witnessed and of the man with whom my professional fortunes were joined.  
Porque aquel cadáver fresco, cobrando conciencia finalmente de forma aterradora, con los ojos dilatados por el recuerdo de su última escena en la tierra, manoteó frenético en una lucha de vida o muerte con el aire y, de súbito, se desplomó en una segunda y definitiva muerte, de la que ya no pudo volver, profiriendo un grito que resonara eternamente en mi cerebro atormentado:     For that very fresh body, at last writhing into full and terrifying consciousness with eyes dilated at the memory of its last scene on earth, threw out its frantic hands in a life and death struggle with the air, and suddenly collapsing into a second and final dissolution from which there could be no return, screamed out the cry that will ring eternally in my aching brain:  
¡Auxilio! ¡Aparta, maldito demonio pelirrojo... aparta esa condenada aguja!     "Help! Keep off, you cursed little tow-head fiend -- keep that damned needle away from me!"  
Escrito en Septiembre de 1921 a 1922. Publicado en 1922 en Home brew
 
Written in September of 1921 to 1922. Published in 1922 in Home Brew  
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