Tú, que epitafios a los vivos haces,
y en tu imaginación muertos los tienes;
¿qué exequias para ti, qué honras previenes?
Pero si no las tienes, no las traces.
Todos yacen por ti. Tú, ¿por quién yaces?
¿Qué funesto ciprés das a tus sienes?
¿Qué mal dirás de ti? Porque los bienes
vendrán aun a ti mismo pertinaces.
No es bien que vivos como muertos trates,
y aun muertos con libelos descubiertos:
no es tanta tu virtud que lo presuma.
Pues que no los heredas, no los mates:
que abrir las sepulturas a los muertos
más es del azadón que de la pluma.