Adiós, solteras de embelecos llenas,
libres en fin por tantas libertades,
que tenéis en querer más vanidades,
que el mar pescados y la Libia arenas.
Adoro muchas buenas; que las buenas
tienen siempre el valor de sus verdades.
De las que dan y toman voluntades
hablan mis desengaños y mis penas.
Labradora del alma, que me labras
de nuevo a ti con esas manos bellas,
ya voy a oir tus rústicas palabras.
Adiós, casadas libres, y doncellas;
que más vale querer quien guarda cabras
que no imitar los que proceden de ellas. |