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Lope de Vega y Carpio

"Al nacimiento de Cristo"

Biografía de Lope de Vega y Carpio en AlbaLearning

 
 
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Al nacimiento de Cristo
 

Repastaban sus ganados 
a las espaldas de un monte 
de la torre de Belén 
los soñolientos pastores,

alrededor de los troncos 
de unos encendidos robles, 
que, restallando a los aires, 
daban claridad al bosque.

En los nudosos rediles 
las ovejuelas se encogen, 
la escarcha en la hierba helada 
beben pensando que comen.

No lejos los lobos fieros, 
con los aullidos feroces, 
desafían los mastines, 
que adonde suenan, responden.

Cuando las oscuras nubes, 
de sol coronado, rompe 
un Capitán celestial 
de sus ejércitos nobles,

atónitos se derriban 
de sí mismos los pastores, 
y por la lumbre las manos 
sobre los ojos se ponen.

Los perros alzan las frentes, 
y las ovejuelas corren 
unas por otras turbadas 
con balidos desconformes.

Cuando el nuncio soberano 
las plumas de oro escoge, 
y enamorando los aires, 
les dice tales razones:

«Gloria a Dios en las alturas, 
paz en la tierra a los hombres, 
Dios ha nacido en Belén 
en esta dichosa noche.

»Nació de una pura Virgen; 
buscadle, pues sabéis donde, 
que en sus brazos le hallaréis 
envuelto en mantillas pobres».

Dijo, y las celestes aves 
en un aplauso conformes 
acompañando su vuelo 
dieron al aire colores.

Los pastores, convocando 
con dulces y alegres voces 
toda la sierra, derriban 
palmas y laureles nobles.

Ramos en las manos llevan, 
y coronados de flores, 
por la nieve forman sendas 
cantando alegres canciones.

Llegan al portal dichoso 
y aunque juntos le coronen 
racimos de serafines, 
quieren que laurel le adorne.

La pura y hermosa Virgen 
hallan diciéndole amores 
al niño recién nacido, 
que Hombre y Dios tiene por nombre.

El santo viejo los lleva 
adonde los pies le adoren, 
que por las cortas mantillas 
los mostraba el Niño entonces.

Todos lloran de placer, 
pero ¿qué mucho que lloren 
lágrimas de gloria y pena, 
si llora el Sol por dos soles?

El santo Niño los mira, 
y para que se enamoren, 
se ríe en medio del llanto, 
y ellos le ofrecen sus dones.

Alma, ofrecedle los vuestros, 
y porque el Niño los tome, 
sabed que se envuelve bien
en telas de corazones.

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