Ramón Gómez de la Serna en AlbaLearning

Manuel Linares Rivas

"La nueva psicología del amor"

De lo viejo a lo nuevo

Biografía de Manuel Linares Rivas en Wikipedia

 
 

[ Descargar archivo mp3 ]

 
Música: Falla - El Sombrero de Tres Picos - 4: Danse du Corregidor
 

La nueva psicología del amor
De lo viejo a lo nuevo

 

Hay cosas— todas las cosas —que envejecen y se atrofian por la razón suprema del tiempo. Hay sensaciones y emociones que degeneran a lo insensible a fuerza de experimentarlas, y se llega al límite de los años sin que vibren ya esas cuerdas. Pero en cambio y aun en contraposición de las leyes físicas, el período de mayor emotividad en el hombre está sefíalado científicamente en correspondencia con el máximum de la edad y con el exceso de las sensaciones anteriores. Para decirlo en términos vulgaies, el hombre más gastado en amor y más viejo en años, es el más predispuesto y el que reune las condiciones más favorables para sentir el amor, «y no es raro—dice el gran doctor Marañón, una de las mayores glorias de la medicina actual—que sea precisamente una intensa emoción la que marque el fin de la etapa horizontal de la existencia y el comienzo de la línea descendente, constituyendo el momento culminante de la energía sexual, y llegando la intensidad de las oscilaciones emotivas a reproducir las de la época puberal y juvenil.»

Es decir, que el viejo se vuelve joven durante esos instantes que Roberto Assagiali llamó de sublimación de la energía sexual.

La gente se burla de lo que llaman pasiojies seniles, el amor de los cincuenta a los sesenta años—variable, claro, según las circunstancias exógenas en que se desarrolla la vida de cada individuo, pues los hay agotados desde los treinta años y los hay con manifiesta masculinidad a los setenta—, pero esa burla injusta, y razonada sólo por apariencias, se olvida de que precisamente esa edad climatérica es la que señala el instante pleno de la madurez intelectual, de la mayor y más intrincada complejidad afectiva, y es en donde se alcanza la máxima comprensión psicológica. Estos datos, científicamente comprobados—y que por extenso pueden compulsarse en el magnífico opúsculo del doctor Marañón SOBRE LA EDAD Y LA EMOCIÓN— vienen a demostrar que el máximum de la sensibilidad no corresponde al máximum de la fuerza y que la edad madura, repitiendo la frase de Madame d'Houville, es el momento más perfecto de la existencia. Es la edad que Nietsche llamaba de la recolección, y la que ensalzó Tolstoi como suprema edad entre las edades. Ahora bien—y a esta conclusión vamos—, si el amor se afina y se perfecciona en el individuo por el transcurso del tiempo... ¿se habrá perfeccionado también en la Humanidad por la sola razón del transcurso de los siglos?

Claro está que no me refiero a unos cuantos millares de siglos primitivos—y perdonad por lo poco del tiempo...— en que el mundo ha vivido sólo con fieras, desde el mastodonte hasta el hombre salvaje, sino a las épocas de civilización y de refinamiento, únicas capaces de comprender la exaltación amorosa.

Para llegar con alguna claridad al conocimiento psicológico de lo que es el amor, conviene establecer dos principios fundamentales e indiscutibles:

Primero: que el amor no es un producto natural y espontáneo, sino un producto artificial y adquirido.

Segundo: que la mujer, único ser de la creación-susceptible de inspirar amor—porque el hombre no lo ha inspirado nunca—no causa la sensación amorosa por las cualidades físicas que tiene realmente, sino por las cualidades imaginativas que el hombre le atribuye y por las dificultades que ella pone a dejarse conseguir. Y de aquí se derivan tres consecuencias lógicas:

1ª Que el amor, como producto artificial y complicado, no es propio de la Humanidad, sino de unos cuantos hombres. La inmensa mayoría nacen sin venir del amor y mueren sin haber sabido lo que es.

2ª Que la atracción física de los sexos, momentánea o persistente, es un fenómeno fisiológico que algunas veces está relacionado con el amor, pero que otras muchas —las más—procede con entera independencia.

3ª Que el amor es el único sentimiento que tiene su origen y que vive a expensas de causas fisiológicas, pues cuando éstas desaparecen, instantánea y mecánicamente desaparece también la emoción. Se puede sentir el odio, la envidia, la ambición... todas las pasiones, aun a sabiendas de la imposibilidad material en uno mismo para realizarlas, pero el amor no existe en cuanto la naturaleza no funciona en ese aspecto, a la vez nervioso y hu-psicologia1, es decir, en cuanto pierden su eficacia las hormonas segregadas por las glándulas de secreción interna.

Y tan verdad es hoy la estrecha dependencia entre las afinidades psicológicas y las fisiológicas para la impresión emotiva, que sin el efecto material no se produce el efecto espiritual, ni éste se perfecciona sin el otro. A la impresión primera del espíritu ha de acompañar forzosamente lo que Aristóteles llamaba lamentación corpórea y hoy la definen por conmoción o agitación corpórea, que es la base de los estados emocionales. En una palabra, que la emotividad es antes un problema de fisiología que de psicología.

Abelardo, el sabio amoroso y amante de la fogosísima Eloisa, escribe unas cartas de amor hermosísimas y apasionadas. En cuanto el aborrecido y aborrecible canónigo interviene con su horrenda venganza, Abelardo, a pesar de su experiencia y de su sabiduría, a pesar de las cartas inflamadas que aun le escribe Eloisa y a pesar de su propio empeño en contestar a igual tono, ya no sabe escribir cartas de amor. La fisiología incompleta ha destruido y aniquilado la psicología perfecta de aquel amor que respetaron los siglos para el recuerdo de los más exaltados amores.

(Revista “Flirt” de Madrid, 23 de Febrero de 1922)

Inicio
     
 

Índice del Autor

No ficción

Revistas Licenciosas