María Lejárraga en El gusanilloLearning

María Lejárraga

"El gusanillo"

Cuentos breves

Biografía de María Lejárraga en Wikipedia

 
 
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Música: Rodrigo - A la sombra de Torre Bermeja
 
El gusanillo

(Cuento fantástico)

Pobrecito niño: estaba muy malo.

Sus labios; antes alegres como mañana de primavera, habían perdido su tierna sonrisa; sus ojos, brillantes como estrellas, se habían tornado en melancólicos y tristes...

No jugaba, no reía jamás; pálido, demacrado, con la cabeza siempre caída, con los ojos inundados en lágrimas silenciosas, sufría de continuo sin que pudieran explicarse perfectamente la causa de su abatimiento, ni el ni el sinnúmero de doctores que con solícito afán le asistían y que habían agotado todo el caudal de su ciencia sin conseguir ningún resultado.

Minuciosos reconocimientos, observaciones escrupulosas, estudios detenidos... todo era inútil; sus padres se morían de pena al notar los rápidos y desconsoladores progresos de la enfermedad; su hermana, la preciosa niña de cabellos de oro y carita de rosa, empleaba en distraerle el torrente de su hechicera gracia infantil.

Nada bastaba: antes al contrario, la presencia de la niña le malhumoraba, sus caricias le entristecían; solamente estaba tranquilo sin verla, sin oír hablar de ella a los demás.

El niño sentía, sin poder definírselo por completo, una inquietud moral que le atormentaba, un ahogo interior que mataba la alegría peculiar de sus pocos años, un algo misterioso y amargo que le privaba de inocentes y sabrosos goces, que helaba la sonrisa en sus labios.

¡Aquello era horrible!

Una noche se acostó entristecido y lloroso; se había celebrado el santo de la hermanita, y las distinciones y los festejos habían sido en su mayor parte para ella.

¡Cuánto sufrió el enfermito! Estaba rendido, rendido.de llorar... Se durmió... soñaba...

La diminuta alcoba se iluminó de repente; un hermoso ángel, rodeado de luminosa y esplendente aureola, cubierto por blanca túnica cuajada de azules estrellas, coronado de flores delicadas, penetró en ella.

Permaneció largo rato velando el agitado sueño del niño, con plácida sonrisa en los labios, con mirada compasiva y cariñosa en los ojos.

Luego se acercó silenciosamente al lecho, y después de adormecer profundamente al niño con los celestiales aromas de su aliento, le abrió cuidadosamente el pecho, y puso al descubierto su corazoncito.

¡Qué pena sintió! Estaba todo él surcado, herido; allí sin duda debía anidar un germen destructor que despiadadamente había dejado impresas las huellas de su paso.

Buscó por todos lados, miró todos los rincones con rara escrupulosidad, y encontró al fin un gusanillo diminuto y feo, que poco a poco, sin dejar apenas sentir sus acometidas, había conseguido satisfacer sus ansias de destrucción.

Arrancóle irritado el ángel, deshaciéndole entre sus delicados dedos; curó las heridas con una suavísima esencia que con infinito poder dejó intacto el herido corazón, y desapareció llevando en pos de sí aquella sublime mezcla de luces, colores y perfumes, que durante su presencia habían embalsamado la habitación.

El gusanillo de la envidia, repugnante, insaciable, que mata insensiblemente al infeliz que elige por víctima.

Las delicadas esencias de la caridad que enaltecen y elevan el corazón, que hermosean el alma.

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Levantóse el niño a la mañana siguiente completamente curado, con alegría en los ojos, con sonrisa en los labios y rosado color en las mejillas; saltó de la cama precipitadamente, y corrió en busca de su hermanita para depositar en su frente un beso muy fuerte, muy largo...

Las primeras lágrimas de arrepentimiento, al caer de los ojos del enfermito, bañaron la preciosa carita de la niña de cabellos de oro...

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