Alcibiades y Axioco, compañeros
de cuerpo juvenil, bello y fornido,
concertaron sus ansias, y pusieron
semillas de su amor en igual nido.
Sucedió que uno de ellos, diligente,
trabajó tanto a la sin par doncella,
que una niña nació, niña tan bella,
que los dos se jactaban igualmente
de ser el padre de ella.
Cuando ya fue mujer y rozagante
pudo seguir la escuela de su madre,
al par los dos quisieron ser su amante,
ninguno de ellos quiso ser su padre.
«¡Ah! hermano, dijo el uno, a fe os digo
que es de vuestras facciones un dechado.
-¡Error! el otro dijo; es vuestra, amigo;
¡Dejadme a mí cargar con el pecado! |