Cuenta la historia que un día
Cierto enviado del Gran Turco
Dijo en la Corte alemana
Que siempre cual fuerzas tuvo
En más que las del Imperio
Las de su señor augusto.
Un alemán le escuchaba,
Y así le responde al punto:
"Nuestro amo tiene vasallos
Tan poderosos de suyo,
Que un ejército podría
Pagar sin pena cada uno".
Era hombre de buen sentido,
Y así dijo, el sabio turco:
- "Señor mio, por la·fama
Conozco el número justo
De soldados con que cuentan,
Y me recuerda este asunto
Un episodio muy cierto,
Aunque extraño cual ninguno.
Una vez vi que pasaban,
Yo estando en lugar seguro,
De una hidra las cien cabezas
A través de unos arbustos;
Mi sangre comenzó a helarse,
Para menos no era el susto;
Pero mi temor fue vano,
Pues que nunca el cuerpo pudo
Venir a mí de la bestia,
Ni encontrar salida a punto.
Pensaba en esta aventura
Cuando otro Dragón robusto
Con una cabeza sola
Y colas en grande número,
De pasar por allí trata.
Un sentimiento profundo
De mí se apodera, mezcla
De admiración y de susto.
Pasan la cabeza, el cuerpo,
Y cada cola en su punto,
Sin estorbo, porque abría
El paso al de atrás cada uno.
Sostengo que así sucede
Con mi Emperador y el suyo".
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